SOMOS HECHOS A IMAGEN… ¿DE QUIÉN?

| 7 noviembre, 2016

Desde el principio del tiempo, nuestro Dios Creador ha sido un Dios de la Comunicación: creó con la palabra y por medio de ella se comunicó con la humanidad.

Cuando Dios dijo: “Ahora hagamos al hombre a nuestra imagen…” (Génesis 1:26), nos hizo capaces de comunicarnos con Él y con nuestros semejantes.

Así se nos dio el privilegio de estar en comunión con Él. A lo largo de a historia se comunicó con nosotros por medio de patriarcas y profetas hasta su máxima expresión: Jesucristo.

Todos los días, nos comunicamos de manera natural y espontánea de diversas maneras por medio de gestos, miradas, de lo que decimos, oímos… de mil maneras estamos “diciendo” en nuestras actitudes, acciones, organizaciones y todo cuanto hacemos y dejamos de hacer. Todo comunica qué pensamos, qué queremos; en definitiva quiénes somos. Por eso, en todos los niveles de la vida personal y social es imposible no comunicar.

Tenemos diversas maneras de comunicarnos. Con el uso de tecnologías se incrementan los medios de comunicación y algunos de ellos por su envergadura y metodología son llamados medios sociales, o mejor: medios masivos.

En general, son empresas que realizan su actividad procurando una ganancia, pero en algunos casos, son medios (los más grandes) a los que los procesos de concentración económica, basados en el capital en busca de lucro, han configurado para alcanzar únicamente ese fin. Así, llegan a ser conglomerados que buscan el lucro por medio de diferentes empresas y producen en sus medios mensajes cuyo único objetivo es el lucro de esas empresas.

El mecanismo por el que buscan lograr este objetivo es el conocimiento de nuestra “imagen”.

Todo proceso de comunicación se realiza en el marco de nuestras experiencias previas, nuestra cultura, nuestras creencias, nuestros prejuicios, etc. Cada vez que nos encontramos con una persona, sin darnos cuenta, registramos: es rubia o morocha, tiene zapatillas o zapatos, es gorda o flaca, es varón o mujer… Y es a partir de este “escaneo” que percibimos y sacamos nuestras conclusiones de lo que pueda comunicarnos.

Así con cualquier cosa; este procesamiento da como resultado lo que pensamos y sentimos con respecto a alguien, a algo o una situación; esa “imagen” es la construcción que nos hacemos y la que motiva y enmarca nuestras acciones.

Hay una manera simple de verificar esto. ¿Qué diarios, radios y canales de televisión vemos? ¿Qué diarios, radios y canales de televisión ven las personas que piensan más o menos como nosotros? Si son iguales o parecidos es porque no hay ninguna casualidad.

Se puede hacer una segunda comprobación. ¿Qué diarios, radios y canales de televisión ven las personas que piensan diferente a nosotros? Si son diferentes es porque no hay ninguna casualidad.

Ese es el secreto de los medios masivos, detectar esa “imagen” que tenemos de diferentes cosas, o parte de ella y nutrirla según su propia conveniencia.

Si esto es así y analizamos rápidamente los diferentes medios de comunicación con los que nos informamos y entretenemos, podemos hacer el proceso inverso y preguntarnos: ¿Desde qué “imagen” estoy viendo a la gente que me rodea, a mi sociedad, a mi país, al mundo?

En el relato del Génesis, fue la serpiente la que utilizó en su comunicación la “imagen” que Adán y Eva tenían del árbol del bien y del mal y, así, los convenció de que desobedecieran a Dios.

Las consecuencias de esa acción se expresan más tarde en la historia: “En el monte Horeb hicieron un becerro, un ídolo de oro fundido, y lo adoraron: ¡cambiaron al Dios glorioso por la imagen de un buey que come hierba! Olvidaron a Dios, su Salvador, que había hecho grandes cosas en Egipto”. (Salmo 106:19-21)

Escuchando radio, viendo televisión y leyendo las noticias como todos los días, podemos descubrir cuál es el “buey que come hierba”, desde dónde estamos viendo lo que nos rodea.

Por gracia de Dios, podemos comprender que la comunicación es un derecho humano fundamental, no es una mercancía y, mucho menos, un recurso para manipular en busca de lucro. Entenderemos que la comunicación es el mayor don que Dios nos ha dado y lo que nos posibilita ser plenamente humanos; gracias a ella, podemos disfrutar de la vida en comunión con Él y en comunidad.

Jesús no se comunica con el leproso como un impuro, ni con el samaritano como alguien despreciable, ni con la mujer como alguien de “segunda”. La “imagen” que tiene es la que surge del amor y, desde allí, se acerca al que está apartado de Dios, al que tiene necesidades, al que sufre injusticias y lo libera.

Seguimos en la disyuntiva de construir nuestra propia “imagen” de oro fundido o abrirnos a la acción salvadora de Jesucristo y ser imagen de Dios para poder ser fieles testigos–comunicadores de su amor.

“Pero cuando una persona se vuelve al Señor, el velo se le quita. Porque el Señor es el Espíritu; y donde está el Espíritu del Señor, allí hay libertad. Por eso, todos nosotros, ya sin el velo que nos cubría la cara, somos como un espejo que refleja la gloria del Señor, y vamos transformándonos en su imagen misma, porque cada vez tenemos más de su gloria, y esto por la acción del Señor, que es el Espíritu.”
2ª Corintios 3:16-18 (DHH)

 

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Daniel Favaro
Pastor de la Iglesia Evangélica Metodista Argentina
Secretario General de Vida y Misión
Comunicador

 

 

 

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Categoria: Arte, CULTURA, Edición 18 | Los mensajes, entrega 6

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