¿CUAN “SOLA” SE ENCUENTRA LA ESCRITURA?

| 15 enero, 2018

 

Sola Escritura, una propuesta subversiva y revolucionaria.

En esta época de evocación de los 500 años de la Reforma Protestante, vemos por doquier la rememoración de las famosas cinco “solas”: sola Scriptura, sola Gratia, sola Fide, solus Christus y soli Deo gloria (1). Cada uno de estos elementos evocados por la tradición luterana, más allá de las profundas implicancias en cada una de ellas particularmente, imprimen como conjunto una crítica sobre un elemento al que Lutero se enfrentó: el monopolio de la experiencia de fe y el propio actuar divino por parte de la institución eclesial y la teología tomista (2) preponderante. No se necesitan intermediarios exclusivos. Sólo la gracia, la fe, la Biblia y Cristo bastan para cualquier creyente y comunidad particular.

Ahora bien, me gustaría detenerme en analizar una de ellas: solo Escritura. La propuesta de Lutero es palmariamente subversiva y revolucionaria: la Biblia debía ser traducida del latín (idioma de la jerarquía eclesial y de los sectores socio-económicos y políticos dominantes) al lenguaje vernáculo, con el propósito de que cada creyente, guiado por el Espíritu, acceda al conocimiento de Dios, sin arbitraje institucional alguno. En este sentido, la Biblia posee una “autoridad” que supera cualquier otra. No hay tradición dogmática que la sobrepase. Cada persona y comunidad debe contar con la posibilidad de interpretar el texto bíblico según su inspiración y lugar particular. ¿Cuál era el eje regulador de este ejercicio? El conocimiento de Jesucristo. Cualquier manipulación de las Escrituras para glorificar otro nombre o marco de sentido, debía ser cuestionada.

Ahora bien, ¿cómo se ha comprendido históricamente dentro de la iglesia protestante este llamado? Y aquí nos preguntamos: ¿cuan “sola” se ha comprendido la interpretación de la Escritura por la iglesia? Nos referimos más concretamente a que la apelación luterana hay que abordarla haciendo una diferenciación entre la interpretación concreta que se realice sobre las Escrituras y la Biblia como elemento interpretativo. ¿Qué queremos decir con esto? Que con sola Escritura Lutero refiere al objeto de lectura (la Biblia) y no un modo particular de acercarse a ella (la interpretación). Lamentablemente, es demasiado común que en las iglesias se confundan estos elementos.

El valor de la propuesta luterana radica en que habilita la apropiación del texto bíblico desde una pluralidad de modos y lugares de lectura. Por ende, el poder de la Sola Escritura se encuentra en el hecho de mantenerse como un libro que convoque y posibilite a la constante revisión, a partir de nuestros cambiantes contextos, historias y demandas, y no que sea cautivada por lecturas monopólicas y absolutas, como lamentablemente pretenden tantas iglesias, personas, pastores y teólogos.

Muchos hablan de la importancia de las Escrituras pero se olvidan del principio protestante –por el cual Lutero luchó y se sacrificó- que promueve la libertad de interpretación como epicentro de la espiritualidad cristiana. Por el contrario, se confunde la “sola Escritura” con “sólo mi interpretación de las Escrituras”. Nada más lejos del principio protestante sobre la necesidad de escudriñar personal y comunitariamente la Biblia, como también –podríamos decirlo- del mismísimo “espíritu” de la composición bíblica, que precisamente está compuesta por una pluralidad de narrativas (¡hasta por momentos contrapuestas!) que dan cuenta de la misteriosa, variopinta y cambiante manifestación de Dios en la historia.

Pablo Deiros precisamente llama la atención sobre los conflictos que ha suscitado a lo largo de la historia la pluralización y diversificación de las interpretaciones en el cuerpo protestante, y desde allí en la cristiandad como conjunto. Esto nos debe llevar a pensar, no sobre el “peligro” de la pluralización en sí ni del resquebrajamiento de la “unidad”, sino más bien sobre la dificultad que prevalece en el seno de la iglesia sobre la imposibilidad de lidiar con la diversidad, las diferencias de interpretación, las disidencias teológicas, etc. Lamentablemente, muchas voces se levantan como portadoras del verdadero e incuestionable modo de acercarse al texto bíblico, con lo cual se pierde el mismo sentido de libertad humana y cristiana, y se promociona un peligrosísimo absolutismo en nombre de “la verdad divina” (que al fin y al cabo es sólo “mi” manera de comprender a Dios), cosa que precisamente Lutero batalló y cuestionó, y hecho por el cual muchos y muchas podemos hoy tener la posibilidad de contar con una tradición religiosa y teológica que nos permite acercarnos a la Biblia con libertad. Libertad de la que muchos gozan, pero que no permiten que otros y otras lo hagan.

Por todo esto, creo que hay tres elementos que necesitamos pensar respecto al valor de la sola Escritura. Primero, reconocer que la Biblia nunca viene “sola” sino con una carga interpretativa, sea personal como también histórica, denominacional, teológica, socio-cultural, etc. El “solo” de la Escritura se focaliza en la primordial referencia de la Biblia como tal, pero no que existe “una sola” manera de acercarse a ella sino que, en tanto libro de fe, se mantiene abierta a una pluralidad de interpretaciones. Y ello implica, precisamente, que nadie puede otorgarse un lugar de neutralidad. Todos y todas depositamos en ella nuestros prejuicios, limitaciones, conocimientos, preferencias, dogmas, historias, etc. ¡Y allí, precisamente, el valor de la Escritura: en su poder convocante y no excluyente!

Segundo, que la libertad hermenéutica frente a la Biblia –es decir, su apertura inherente para los posibles acercamientos interpretativos- posee en sí misma una dimensión ética. La pregunta es: ¿cualquier acercamiento interpretativo es válido? No. Precisamente no son válidos aquellos que procuran cercenar la interpretación a un sentido particular, sin posibilidad de ser cuestionadas, y menos aún cuando pretenden anular a otras. Una cosa es dialogar y hasta tener conflictos interpretativos frente a diversos temas. Ello nos ha permitido, en un espacio de honestidad y humildad, poder mantener la iglesia, la fe y la teología en movimiento y dentro de una dinámica de búsqueda de pertinencia. Pero otra cosa muy distinta es el absolutismo de la ortodoxia frente a la disidencia y la diferencia –tal como la que Lutero enfrentó-, la cual representa un obstáculo hacia la misma razón de ser de la Biblia.

Por último, hay que promover lecturas cuidadosas e informadas de las Escrituras. En la iglesia evangélica prevalece un tipo de exégesis alegórica, personalista y pragmática, que conecta cual “espadeo bíblico” de escuela dominical, una cascada de versículos que no tienen relación unos con otros, en el intento de sostener un dogma o principio teológico. Existe poco estudio en profundidad de la literatura bíblica, de los idiomas, de sus contextos. Se toma la Biblia como un manual de colegio que presenta de manera sistemática la respuesta para cualquier evento. Esto, sin hablar del escasísimo estudio serio sobre temáticas sensibles en nuestra sociedad, los cuales son cuestionados a través de la mención de textos al aire sin analizarlos en profundidad. En fin, necesitamos más exégesis seria, mas estudio bíblico profundo, más enseñanza en términos hermenéuticos, donde se analice con la seriedad que merece el contexto bíblico como también todos los elementos existenciales, culturales, políticos y sociales que entran en juego a la hora de acercarnos a las Escrituras.

En conclusión, recuperemos el valor protestante de la sola Escritura, pero siendo conscientes de que ella debe mantenerse salva y libre de nuestras pretensiones particulares. Sí, estas presunciones siempre estarán presentes, y serán parte inherente de cualquier dinámica interpretativa. Pero el valor de las Escrituras no reside en cómo se case con una forma de lectura y descarte otras, sino en convocar a todas las posibles voces, para que en esa polifonía de interpretaciones descubramos la riqueza del misterio, pertinencia y profundidad de la Biblia, sin cercenarla en aullidos dogmáticos que anulan los incontables susurros cotidianos, manteniéndola abierta a las futuras proclamaciones que aún desconocemos, pero que el Espíritu seguirá inspirando, tal como Lutero predicó.

  • (1) Cinco solas es la denominación conjunta para cinco frases en latín que surgieron durante la Reforma Protestante y resumen las creencias teológicas básicas de los reformadores o protestantes que entraban en contraposición con la doctrina católica. La palabra latina sola significa en español “solo” o “solamente”. Las cinco solas expresaban cinco creencias fundamentales, que los reformadores entendían como pilares esenciales para la vida y práctica cristianas. Todas y cada una de las solas rechazaban o se oponían explícitamente a prácticas y doctrinas extendidas a comienzos del siglo XVI en la cristiandad latina y que los reformadores criticaban, atribuyéndolas a la usurpación de competencias, atributos o cualidades por la jerarquía eclesiástica de la Iglesia católica, y especialmente por su cabeza, el Papa; y que en realidad correspondían, o bien únicamente a Dios, o bien a todos los cristianos (sacerdocio universal). Las Cinco solas son: sola Scriptura (sólo por medio de la escritura), sola Gratia (sólo por la gracia), sola Fide (sólo por la fe), solus Christus (sólo Cristo o “sólo a través de Cristo”) y soli Deo gloria (la gloria sólo a Dios).
  • (2) Tomás de Aquino (en italiano, Tommaso d’Aquino; Roccasecca, Italia, 1224/1225-Abadía de Fossanova, 7 de marzo de 1274) fue un teólogofilósofo católico perteneciente a la Orden de Predicadores, el principal representante de la enseñanza escolástica, una de las mayores figuras de la teología sistemática​ y, a su vez, una de las fuentes más citadas de su época en metafísica, hasta el punto de, una vez muerto, ser considerado el referente de las escuelas del pensamiento tomista y neotomista.
    Él integró todas las verdades de Aristóteles y otras verdades neoplatónicas, junto con los textos de las Sagradas Escrituras, creando una nueva filosofía teológica del Cristianismo. Esta originalidad de la filosofía del Ser, inspirada en la fe, con una teología científica, constituyeron la base fundamental del Tomismo.
    A Tomás se le debe un rescate y reinterpretación de la metafísica y una obra de teología monumental,​ así como una teoría del Derecho que sería muy consultada posteriormente.

 

 

Nicolás Panotto
Bautista.
Teólogo y doctorando en ciencias sociales.
Becario del CONICET.
Director del Grupo de Estudios Multidisciplinarios sobre Religión e Incidencia Pública (GEMRIP www.gemrip.org)
Coordinador de Servicios Pedagógicos y Teológicos (SPT – www.serviciospt.org)
Miembro del Comité Directivo Continental de la Fraternidad Teológica Latinoamericana (FTL)

 

 

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Categoria: BIBLIA, DEBATE, Edición 19 | CONVERSANDO LA REFORMA, entrega 2, Teología

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