¿POR​ ​QUÉ​ ​LUTERO​ ​Y​ ​NO​ ​OTRO?​​

| 15 enero, 2018

 

Lo que la Reforma nos dejó.

Hablar de la Reforma protestante es, necesariamente, tener en cuenta muchas aristas. Si hay algo claro es que no es un terreno limpio. Al mejor estilo exitista, las formas de seleccionar los conocimientos y la historia, quiénes serán recordados, de qué manera y qué elementos quedarán perdidos, con la Revolución luterana nos ha pasado igual. Lo heroico pasó a la historia como un parte aguas. Sabemos que produjo algo. Que tuvo consecuencias. Hay un “nosotros-ellos” nosotros, protestantes cristianos evangélicos que nos diferenciamos de un ellos católicos, que creen mentiras. Y hasta ahí llega el análisis para muchos de nuestros hermanos. Hice la prueba. Pregunté qué se celebraba en el aniversario de la reforma. Las respuestas oscilaron entre ideas idílicas, lo onírico, lo heroico y el total desconocimiento.

Como todo lo que ha sido cuidadosamente estudiado y convertido en apolítico para disputar poder mediante el consenso como parte de los procesos hegemónicos, se ha desprovisto a la reforma de los aspectos políticos, económicos y sociales que la atravesaron.

Es que la reforma no fue una reforma. No hubo un cambio en lo que “estaba mal” en la iglesia para después continuar impoluta. Esa era la intención del sacerdote Lutero. Sin embargo lo que provocó fue un verdadero cisma. La historia eclesiástica se dividió. Pero para entender por qué las ideas de Lutero lograron esa dimensión, necesitamos mirar no sólo lo que pasaba hacia adentro de la Iglesia, sino su contexto más general. Ese mini recorrido intentaremos lograr en este breve texto.

Situemos la historia. Esto acontece en la época bajo medieval europea. La iglesia tenía poder no solo económico, por ser dueña de grandes extensiones de tierra, sino también político. La sociedad de los tres órdenes que regula el sentido común de la época, ubicaba divinamente a cada uno en su lugar. Los Oratores, el sacerdocio que debía orar por la salvación de todos, los Bellatores, la nobleza caballeresca que protegía mediante la fuerza a la sociedad y Los Laboratores que debían trabajar la tierra para sostenerse a sí y a los dos anteriores porque “divinamente estaba establecido” que así fuese. Lo político y lo social tenía un sustento “bíblico-escritural”. ¿Y quiénes podían interpretar y acceder a los textos? Estás en lo cierto. No todos. Las Escrituras se leían en los monasterios creados en el siglo IV y las Universidades, espacios escolásticos por excelencia, alejados de lo popular. Entonces ¿Quién cuestionaría el sistema que Dios había establecido? ¿Quiénes tenían el poder para que esto continúe siendo así o pueda ser transformado?

Entre las conexiones comerciales del “Mundo conocido”, el siglo XI empieza a mostrar cambios lentos pero profundos. El sistema económico estaba gestando una mutación en la forma de explotación de la tierra, y la mercantilización que tuvo lugar en ese momento nos permiten ver a una clase que se empieza a diferenciar de las anteriores, los burgueses, y el núcleo de Comercio en las ciudades. Cuatro siglos antes de la revolución industrial que terminó de cambiar al mundo tal y como era conocido, a los sistemas económicos basados en la tierra se les sumaban las creaciones de bienes suntuarios y el manejo de la moneda y se iba avanzando hacia las formas del capitalismo mercantil, mediante los talleres y las corporaciones de quienes ejercían un oficio. Las primeras formas de comercialización que empezaban a tener a la burguesía como articuladora, quienes tenían la avaricia como motor. Las cruzadas, el avance en los sistemas de navegación, la economía mundial triangulada y conectada a un nivel antes desconocido, con la conquista de América, la utilización de los esclavos del África y la instrumentación de esto para beneficio de Europa es una cuestión largamente documentada. Y es muy importante tener todo esto en cuenta a la hora de analizar lo que despertó la reforma no solo hacia adentro de la iglesia sino también hacía afuera.

La reforma fue parte esencial para el cambio social que da paso a la modernidad. El resquebrajamiento de la sociedad de los tres órdenes no se dio de un momento a otro, fue un proceso que tuvo momentos de paz pero sobre todo, convulsión. ¿Por qué? Bueno, el mismo Lutero no pertenecía al campesinado. Él estaba en otro lugar en la pirámide social.

El personaje que consideramos central para nuestro recorrido no se libra de las malas lenguas. Lutero es mencionado como un hombre que luchaba con sus propios demonios, culpas e incluso se cree que sufría de alucinaciones. Hay quienes afirman que esta experiencia es, en sí, la raíz para todo su trabajo expresado en las tesis.

Específicamente en plano de las ideas críticas hacia la iglesia por las bulas papales y el cobro del perdón, nobleza obliga: Lutero no había sido el primero ni el único en manifestar su descontento.

Lutero no fue Lutero por sí mismo ni estaba diciendo algo totalmente novedoso. Las ideas controversiales y críticas respecto a las prácticas eclesiásticas de Jan Huss ya habían tenido lugar en ciertos ámbitos escolásticos. Walter Ong exponiendo sobre las teologías de la palabra cita a Elisabet Einsteine quien propone que la propagación de las ideas luteranas tuvieron lugar debido a la confluencia en un determinado momento de las ideas más la invención de la imprenta, una suerte de “reforma como hija de la imprenta”. Para la divulgación y posterior enseñanza del catecismo luterano, se necesitaron volúmenes de copias. Y en ese sentido, cabe la reflexión. ¿Por qué Lutero y no otro? Probablemente la invención de esta nueva tecnología de la palabra nos dé una respuesta satisfactoria.

¿Por qué la revolución y enojo de la iglesia y del Papa? Las tesis clavadas en Wittemberg tocaban directamente los intereses económicos de la iglesia. Y eso no pudo pasar desapercibido. La declaración “El justo vivirá por fe” y las “5 solas” no son sólo una declaración doctrinal. Lutero no encarnó todo lo que creemos hoy día como cristianos. De hecho él mismo reafirmaba en sus tesis la autoridad y veneración al Papa. Sin embargo, Lutero tocó algo sagrado: las comisiones de quienes ganaban cobrando el perdón. “Tan pronto como la moneda toca la caja, el alma sale volando”. Era la prédica del momento, eso fue lo que atacó el sacerdote agustino. Y eso no se le fue permitido sin pagar un costo. Pero… ¿Quién pagó esa boleta qué él imprimió?

La historia no le perdonará a Lutero haber sido quien abrió los ojos de los oprimidos de la sociedad al declarar que todos somos Reyes y sacerdotes, empoderar al pueblo con la Palabra Real que nos coloca a todos en el mismo lugar, para luego volverse contra ese mismo pueblo que lo escuchó. Al darle la espalda, y de hecho, hablar con tanto odio de los campesinos alemanes, Lutero carga en sus manos con la misma sangre que cargan aquellos que asesinaron a más de 100 mil campesinos que creyeron en su prédica.

Es que no era solamente igualarnos ante Dios. Sino que se estaban trastocando los órdenes sociales. Y un campesino no podría estar en igualdad de condiciones que un caballero.

 

¿Por qué Lutero y no otro?

Marx expone que para que ocurran los cambios en la historia, hay que analizar los saltos dialécticos. Dos clases que sean antagónicas y estén en pugna. Resultado de esto es el cambio en el modo de producción de esa sociedad y la dominación de una clase sobre la otra. En este sentido, Max Weber no cree que la reforma tenga que ver con cuestiones estrictamente religiosas. Para este sociólogo, la ética protestante era lo que la sociedad necesitaba para ese momento específico. Teniendo en mente ese salto dialéctico y los cambios en el modo de producción (antes mencioné el capitalismo mercantil que se abría paso), este nuevo modo de producir necesita sujetos que tengan ambición. Y la ambición no era algo compatible con la ética de la iglesia medieval. La pobreza era una virtud en una economía basada en la subsistencia. Y recordemos que esta Iglesia regía lo social. La vida de “cortesanos” de los señores, la ambición por la acumulación de los burgueses y un campesinado-nunca homogéneo- comenzaban a mostrar las transformaciones a las que se estaba sometiendo la cosmovisión de la época. Consecuencia de las 95 tesis, la lectura e interpretación de la Biblia, la conversación con Dios, ahora era llevado al ámbito de lo privado e individual cuando hasta entonces era monopolizado por la iglesia. La idea de que Dios no solo se preocupa por nuestra muerte sino que nos dio vida para vivir bien, gana lugar en los sectores altos de la sociedad, y va reconfigurando las formas de relación de las personas con lo económico. Para este nuevo tiempo de acumulación capitalista, dirá Weber, se necesitaba la reforma que trajo la noción de que poseer no es malo. De hecho, es una muestra de la bendición de Dios que tengas muchos bienes y posesiones.

¿Por qué Lutero y no otro? ¿Adherimos a la afirmación de que ha sido la confluencia de factores lo que dio lugar a tan grande movimiento?

Puertas adentro ¿nos pusieron un barniz o cambiamos de fondo? El espíritu de la reforma-me temo- no sigue el camino del autoconocimiento hegeliano. El siglo XVI puede ser visto como el proceso de despliegue del espíritu para autoconocerse y salir mejor de esa manifestación. Pero la iglesia que se reconoce protestante ¿le sigue dando curso al espíritu? ¿Acaso no continuamos creyendo en las bulas papales pero ahora en forma de “sella la palabra del apóstol/profeta para que se cumpla (siempre es económico) o con la exigencia de diezmos y primicias para la benevolencia y bendición del Señor, o dándole el monopolio de la correcta interpretación de la Palabra sólo a quienes lideran las iglesias? La gran reforma que sigue necesitando la iglesia, ¿acaso no tiene que ver con entender en toda su dimensión, las palabras “Ama a Dios con todo y a tu prójimo como a ti mismo”, sea quien fuere, que siempre es distinto a mí, blanco, negro, extranjero, pobre o gay? ¿No tendrá que ver con hacerse consciente de la responsabilidad social y política que tiene de ser luz en el mundo, y no ir apoyando gobiernos con clara posición antipueblo, hambrientos de enriquecer a unos pocos a costa de destruir al que no posee nada?

Lutero hizo lo suyo. Pero cuando se ve a la luz del contexto, aparecen las sombras. Y por eso siempre hay que tener en vista al precursor de nuestra fe. Jesús habló y vivió contra el sistema opresor actuando en favor de la mujer, del pobre y del extranjero. Jesús sigue dando el mismo mensaje, creo yo, a la espera de que la iglesia lo escuche, lo interprete y ponga manos a la obra.

La iglesia que siempre está reformándose es aquella que se basa en el amor sin cláusulas que habiliten la discriminación. Que abra los ojos ante los buitres que buscan un beneficio económico. Que haga de éste, un mundo mejor.

 

 

 


Romina Viera
Graduada del Instituto Bíblico Rio de la Plata
Docente de Teología en el Instituto Bíblico Contemporáneo (de Asamblea de Dios-AD)
Estudiante de Lic. Cs de la Educación
Pastora en el ministerio “Transformando Vidas” (San Miguel)

 

 

 

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Categoria: BIBLIA, DEBATE, Edición 19 | CONVERSANDO LA REFORMA, entrega 2

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