LA REFORMA PROTESTANTE Y SU PENSAMIENTO ECONÓMICO

| 22 enero, 2018

 

El alcance trasnformador social y económico de La Reforma

 “La ética de la equidad es ayudar a los necesitados de manera tal de incrementar
su dignidad y su sentido de la responsabilidad individual”
Joseph Stiglitz.
(Premio Nobel de Economía)

Con el nombre de protestantes, se identifican a las iglesias cristianas que se separan de la Iglesia Católica de Roma en el siglo XVI, en respuesta a los abusos cometidos por el clero, especialmente en la venta de indulgencias para la construcción de la Basílica de San Pedro. Los reformadores deseaban que la gente del pueblo tuviera acceso a la Biblia, a la que reconocían como única autoridad, y predicaban que las personas tenían el derecho de relacionarse con Dios, sin la obligada intermediación humana. Ya en el siglo XIII, San Francisco de Asís, había planteado que la Iglesia no tenía la función de atesorar bienes materiales, ni era justo que los cardenales y obispos vivieran en la opulencia, mientras las capas sociales más bajas, vivían en la más absoluta pobreza.

La creación de la imprenta en el siglo XV, ayuda a difundir estos pensamientos, ya que la Biblia es el primer libro impreso por Gutenberg. La existencia de la imprenta hizo que Martín Lutero (1483-1546) pudiera divulgar estas ideas con mayor difusión que sus predecesores, especialmente las famosas 95 tesis que clava en las puertas de la iglesia del Palacio de Wittenberg el 31 de octubre de 1517, fecha considerada como inicio formal de la Reforma. Además de Lutero, el francés Juan Calvino (1509-1564) y el suizo Ulrico Zuinglio (1484-1531), han sido los principales precursores del protestantismo. En pocas décadas, la mayoría de Europa, se adhiere a este movimiento, que trae una nueva concepción de la vida, en cuanto a la libertad, la igualdad y el orden. Son muchos los pensadores actuales que afirman que la denominada “modernidad”, debe ser entendida a partir de la Reforma Protestante, considerada como un hecho revolucionario, que produjo un punto de inflexión en la historia (Walzer, 2008; Weber, 1969, 1ra. edición 1905).

Uno de los grandes aportes de los Padres de la Reforma fue su interés práctico por los temas sociales, desarrollando una “pastoral en medio de la gente”, conociendo sus problemas cotidianos, lo que les permitía escribir sus tratados de teología, respondiendo a las necesidades reales de las personas (Delumeau, 1985). Esto es un gran contraste con el “ascetismo religioso del pietismo”, que basaba su ética en el recogimiento y una espiritualidad entendida por el aislamiento de un mundo del cual había que apartarse, porque estaba contaminado. Estos reformadores se interesaron por mejorar la calidad de vida de la gente, por expresar principios éticos en medio de una sociedad que comenzaba con una incipiente industrialización, y que corría el riesgo de ser devastada por la avaricia y la codicia humana (Elton, 1963).

La base ética del pensamiento económico de Lutero para una sociedad más justa se encuentra en la Biblia. Hace menciones específicas a los 10 Mandamientos, especialmente al que establece “no robarás” (Éxodo 20:5), a la importancia del trabajo bien remunerado, recordando que “el obrero es digno de su salario” (San Lucas 10:7), y combate firmemente la pereza: “el que no quiera trabajar, que no coma” (2 Tesalonicenses 3:10), salvo en los casos de personas que no estaban en condiciones físicas para hacerlo.

Si bien Lutero creía que la justicia económica en este lado de la cruz, no era una meta totalmente alcanzable, podían existir actitudes y medidas concretas, para contrarrestar las grandes desigualdades. Él creía que cuando la persona ayuda a otra, se libera de la angustiosa compulsión de acumular, y posibilita que los bienes lleguen a quienes en realidad lo necesitan. Esa “teología de la cooperación” es un claro rechazo a lógica de un mercado que se autorregula, mostrando qué lejos se encuentran sus ideas del “espíritu capitalista” con el cual algunos trataron de identificarlo. Esta concepción es opuesta a los sistemas que sacrifican la vida de las personas en aras de la eficiencia y producción en gran escala, y propone una ética económica que valora la dignidad de cada ser humano creado a imagen y semejanza de Dios. Creemos que reflexionar sobre estos pensamientos, nos puede ayudar a recuperar una agenda ética en una época de gran desigualdad, y necesitada de una mayor justicia económica.

 

 

 

Ricardo Bedrossian
Pastor (Iglesia Casa de Dios CABA)
Abogado (UBA)
Magister en Teología (SATS)
Doctor en Economía (UNLAM)

 

 

 

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Categoria: Economía, Edición 19 | CONVERSANDO LA REFORMA, entrega 3, SOCIEDAD

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