REDESCUBRIENDO LA IGLESIA EN EL CONTEXTO PRESENTE

| 26 octubre, 2020 | 2 respuestas

El mundo ha cambiado radicalmente a causa del COVID-19, sin embargo, algo que el liderazgo pastoral no puede ignorar es que el mundo ya venía cambiando antes de esta pandemia.

Decir que el mundo hoy no es el mismo que hace seis meses es más que obvio. Prácticamente todo ámbito de la vida humana y los ritmos sociales han sido transformados de forma global. El suceso del covid-19 puede compararse en trascendencia con fenómenos históricos de la amplitud del 11 de septiembre del 2001 o la caída del muro de Berlín. Las implicancias geopolíticas, económicas, sociales, culturales aún no pueden ser apropiadamente cuantificadas. Sin embargo, sabemos que su magnitud no tiene precedentes. Esto también impacta sobre la Iglesia de Jesucristo, si bien compartimos lo dicho por el Apóstol Pedro: somos peregrinos en esta tierra, no estamos exentos de los vaivenes en los que el mundo 1 se encuentra.

A medida que nos acercamos al punto medio de este Siglo XXI, hay una serie crucial de preguntas que la iglesia (tanto denominaciones como iglesias locales) tienen que poder responder si quieren retener su relevancia de cara a la comunidad. Interrogantes al efecto de: ¿Cómo alcanzamos a las personas? ¿Cómo estamos conectando con nuestra comunidad? ¿Estamos transmitiendo la fe de una forma efectiva a la próxima generación? ¿Cómo trascendemos las limitaciones de nuestro contexto para realizar nuestro potencial eterno? La aptitud de proveer respuestas sustanciales a estas preguntas han de determinar la trayectoria de vida de un movimiento a la luz del siglo XXII.

El mundo ha cambiado radicalmente a causa del COVID-19, sin embargo, algo que el liderazgo pastoral no puede ignorar es que el mundo ya venía cambiando antes de esta pandemia. La concepción de identidad y el propósito de los individuos ya no se desarrollaba bajo las perspectivas de las instituciones religiosas y sociales tradicionales. Por lo contrario, esta generación emergente desarrolla su identidad en el bucle de retroalimentación positiva de su tribu urbana. Las instituciones ya no son dignas de su confianza. El rol de un predicador en la vida de las personas 2 es prácticamente irrelevante dado que en cualquier momento y en cualquier lugar se tiene acceso a los mejores comunicadores cristianos en YouTube o una red social. Por lo tanto, el valor comunicativo desde el púlpito ha perdido significancia. El mundo hiperconectado por causa de la globalización es una falacia semántica ya que las sociedades locales están cada vez más fragmentadas y polarizadas en sus opiniones políticas, sociales, ideológicas y culturales. Las brechas de inequidad social continúan aumentando y no hace falta revisar estadísticas cuando en nuestra labor pastoral sabemos que las calles están hablando.

En el paisaje protestante, hemos tenido el privilegio de operar de forma fluida y flexible en cuanto a lo estructural. Sin embargo, con la progresión de los siglos desde la reforma y particularmente desde Azuza para las vertientes Pentecostales, la iglesia se ha convertido en un ente cada vez más regimentado y enquistado en su propia redundancia. Es imperativo que comprendamos la imagen presentada en Éxodo 40:36 y cómo Dios estaba guiando a su pueblo hacia la tierra prometida. A medida que la nube se movía, ellos se movían. Más allá de la apariencia del paisaje que les rodeaba, era mucho más peligroso quedarse atrás donde la nube ya no estaba, que aventurarse hacia lo desconocido permaneciendo bajo la nube.

Esta pandemia que el mundo está atravesando no agarró a Dios por sorpresa. En su amor y misericordia estas circunstancias están ocurriendo bajo su gobierno. Éste es una dimensión en nuestras vidas en donde aún es expresa y puede ser cumplida su voluntad. Cuando observamos Hechos 8:4, nos encontramos que luego de la muerte de Esteban comienza la diáspora de cristianos “… los que fueron esparcidos iban por todas partes anunciando el evangelio.” Aún en circunstancias tan difíciles se estaba cumpliendo la gran comisión que Dios le había entregado a su iglesia. Una crisis solo es una crisis cuando se falla en reconocer la oportunidad que habita en medio de ella. Este tiempo donde los programas de la iglesia se han detenido provee una gran oportunidad para evaluar dónde están parados nuestros ministerios y cómo vamos a ajustar nuestro caminar al visualizar que la nube se está moviendo.

Cuestiones elementales a considerar

Ahora más que nunca, nuestras iglesias y denominaciones tienen que entender el sacerdocio universal de todos los creyentes. Nuestro Dios no le extendió una invitación a un grupo selecto, a una sección demográfica o a un género determinado para cumplir su propósito en esta tierra.

Del mismo modo que leemos en la profecía de Joel acerca de los últimos tiempos: Y después de esto derramaré mi Espíritu sobre toda carne, y profetizarán vuestros hijos y vuestras hijas; vuestros ancianos soñarán sueños, y vuestros jóvenes verán visiones. Y también sobre los siervos y sobre las siervas derramaré mi Espíritu en aquellos días. Su Espíritu aún hoy se está derramado 3 sobre hijos e hijas, libres y esclavos, anciano y joven. Esta llenura sobre todos le concede a cada uno un rol a desarrollar en los propósitos del Reino.

El pensamiento: “del occidente hacia el mundo” que fue muy predominante en la misionología y eclesiología del SXX, providencialmente se ha modificado abrazándose una interpretación bíblicamente más saludable “¡de donde sea a donde sea!” La iglesia de Jesucristo es un movimiento global sobre el cual el sol nunca se ausenta. Debemos aprender a ejercer una mayordomía sabia de esta diversidad, utilizar nuestras diferencias como fuentes de fortaleza y no como puntos de contención. Humildemente servirnos los unos a los otros como al Señor, teniendo presente lo que el Apocalipsis nos enseña: “vamos a estar adorando hombro con hombro frente al trono; Gente de toda tribu, toda lengua y toda nación”. Tenemos que permitir que nuestras estructuras 4 locales y denominacionales reflejen el Reino y no presumir que debería ser al revés.

Desde su origen la iglesia fue sensible y consciente de las necesidades en la comunidad que la rodeaba. Así, el cuidado por las viudas y los huérfanos, las ofrendas a los pobres, el reconocimiento de que la dignidad humana trasciende el estatus social, era parte esencial de su vida. El propósito de la iglesia no es encerrarse tras cuatro paredes a cantar coritos hasta que Cristo vuelva. Todo lo contrario, la iglesia ha sido empoderada para asaltar las puertas del hades y transformar la comunidad que la rodea a través del poder del evangelio. Hoy más que nunca, la iglesia reconoce que tiene una responsabilidad de ser sal y luz a un mundo quebrantado y no ser simplemente un poco de ruido tras puertas cerradas.

Así como Pablo estaba sujeto y rendía cuentas a la iglesia de Antioquia, el liderazgo pastoral 5 tiene que reconocer la belleza de estar sujeto y rendir cuentas. En ciertas instancias los informes en contextos eclesiásticos se han reducido a comunicar lo esencial mientras se promueven agendas personales. Sin embargo, vemos en el ejemplo de Pablo que reunió a la iglesia y compartió TODO lo que Dios había hecho a través de ellos. Si bien esta generación emergente ha creído desconfiando del liderazgo de la iglesia, un accionar genuino y transparente en nuestras vidas es la clave para llegar significativamente a esta nueva generación de líderes emergentes.

La iglesia no fue establecida para servirse a sí misma, sino que para cumplir la Misión que Jesús le encomendó. La tentación de quedarnos encerrados en nuestra visión por causa de nuestras necesidades tiene que ser sobrepasada por la Misión más importante de nuestras vidas: “alcanzar a los perdidos”. Nuestros programas tienen que estar diseñados para llegar a la gente y no para que el liderazgo se sirva de la gente para alcanzar sus programas. Nuestras iglesias tienen que reconectar con la humilde misión que nuestro Dios nos ha entregado. Cuidar, equipar, ministrar, movilizar, alcanzar, discipular. Esa es la misión. Esa fue la misión. Esa ha de seguir siendo la misión, hasta que el mundo crea.

En conclusión

El contexto ministerial para la iglesia ha cambiado y no solo a causa de COVID-19… Como líderes en este tiempo tan único en la humanidad este tiempo de cuarentenas y limitaciones para ejecutar labores ministeriales como estábamos acostumbrados es difícil, pero puede ser de gran bendición para la iglesia a largo plazo al proveer el espacio para considerar, reflexionar, orar y adaptar la visión para responder al desafío ministerial de nuestro contexto. De poder discernir la dirección en que la nube de Dios se está moviendo y continuar avanzando en nuestro servicio al Rey y a su reino.

(1) 1 de Pedro 2:11
(2) Para más información al respecto de la posición de adolescentes y jóvenes sobre por qué se están alejando cada vez más de la iglesia, recomiendo las reflexiones publicadas por el grupo Barna en su estudio al respecto del 2011. Barna Group. (2011, 17 septiembre). Six Reasons Young Christians Leave Church. https://www.barna.com/research/six-reasons young-christians-leave-church/
(3) Joel 2:28-29
(4) Apocalipsis 7:9
(5) Hechos 14:25-28

Maximiliano Barroso
Graduado de Southwestern Christian University en Oklahoma, USA
Director Regional para Sudamérica de la Iglesia Pentecostal de Santidad Internacional Vice-Presidente de la Comisión de Misiones de la Pentecostal World Fellowship

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Categoria: Edición 23 | NUESTRA AMÉRICA: SER IGLESIA HOY, entrega 2, PASTORAL, Vida Pastoral

Comments (2)

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  1. Nydia J says:

    El ayuno en la dispensación de la gracia redentora de nuestro Señor Jesucristo ha venido a hacer un acto que obstaculiza la obra tan grande de santidad que como creyentes ya tenemos con sólo la fe en el nombre de Jesús, el poder del Espíritu Santo y la autoridad de la palabra. Así Jesús venció al enemigo al acercarse a tentarle en la carne débil por el ayuno. El ayuno es un acto de apostasía pues no tiene ningún valor para darle tanta importancia como acto de santificación y mucho menos para echar fuera demonios pues es en el Nombre Poderoso de Jesús.

  2. Nydia J says:

    El ayuno en la dispensación de la gracia redentora de nuestro Señor Jesucristo ha venido a hacer un acto que obstaculiza la obra tan grande de santidad que como creyentes ya tenemos con sólo la fe en el nombre de Jesús, el poder del Espíritu Santo y la autoridad de la palabra. Así Jesús venció al enemigo al acercarse a tentarle en la carne débil por el ayuno. El ayuno es un acto de apostasía pues no tiene ningún valor para darle tanta importancia como acto de santificación y mucho menos para echar fuera demonios pues es en el Nombre Poderoso de Jesús.

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