CUANDO SOY FUERTE SOY DÉBIL…CUANDO SOY DÉBIL SOY FUERTE.

| 14 junio, 2021 | Responder

Sabias reflexiones de un experimentado pastor.

Nosotros los adultos somos el producto de un siglo por demás violento, cambiante, extravagante y revolucionario; quienes formamos la iglesia del Señor no estamos exentos de estas influencias generalizadas.

En estas latitudes latino americanas un alto porcentaje del pueblo cristiano evangélico hasta hoy padece de una mezcla sumamente perjudicial, estoy hablando de pretender fusionar enseñanzas y disposiciones impartidas por Dios en el antiguo testamento con la doctrina apostólica que Cristo dejó para nosotros que somos sus discípulos.

De ahí que escuchemos decir:
“Hay que hacer el ayuno de Daniel”. “Hay que danzar como David”. “Debemos pactar como Jacob”. “tengamos la fe de Ester”.

Y la lista se puede prolongar casi indefinidamente sin percibir el indiscutible fin de una etapa y el amanecer de otra, dicho de otra manera, se terminaron los días de la ley y comenzó el tiempo de la gracia sin que exista la menor posibilidad de hacerlas funcionar juntas.

Cuando pretendemos recibir algo de Dios por orar mucho, ayunar varios días, sembrar, pactar, decretar o declarar, estamos volviendo sobre nuestros pasos desconociendo la totalidad de la obra de Cristo en el calvario lo cual anula los derechos otorgados gratuitamente por el Señor, veamos un texto, Isaías 6: 1 al 8

En el año que murió el rey Uzías vi yo al Señor sentado sobre un trono alto y sublime, y sus faldas llenaban el templo.

2 Por encima de él había serafines; cada uno tenía seis alas; con dos cubrían sus rostros, con dos cubrían sus pies, y con dos volaban.

3 Y el uno al otro daba voces, diciendo: Santo, santo, santo, Jehová de los ejércitos; toda la tierra está llena de su gloria.

4 Y los quiciales de las puertas se estremecieron con la voz del que clamaba, y la casa se llenó de humo.

5 Entonces dije: ¡Ay de mí! que soy muerto; porque siendo hombre inmundo de labios, y habitando en medio de pueblo que tiene labios inmundos, han visto mis ojos al Rey, Jehová de los ejércitos.

6 Y voló hacia mí uno de los serafines, teniendo en su mano un carbón encendido, tomado del altar con unas tenazas;

7 y tocando con él sobre mi boca, dijo: He aquí que esto tocó tus labios, y es quitada tu culpa, y limpio tu pecado.

8 Después oí la voz del Señor, que decía: ¿A quién enviaré, y quién irá por nosotros? Entonces respondí yo: Heme aquí, envíame a mí”.

El joven Isaías se lamentaba por la muerte de su rey cuando le fue dado nada más y nada menos que ver al Señor lo que produjo en su ser una sensación de temor y sumisión, al punto de pensar que le correspondía la muerte.

La escena está colmada de sobre naturalidad, misterio y potencia; las misteriosas figuras rodeando el trono, su cántico místico y cósmico y esa presencia real que supera lo imaginable fueron demasiado para el futuro profeta, además el poder que fluía de la visión presentaba una dimensión tal que las bisagras de las puertas fueron rotas (eso quiere decir cuando habla de los quiciales del templo).

Frente a semejante cuadro ¿qué actitud tiene Isaías?, ¿pacta, diezma, ofrenda, jura ser mejor, se pone corbata? ¡No, confiesa quién es, de qué forma incorrecta habla y expresa en qué barrio contaminado vive! Aterrado espera los sucesos que vendrán y para su sorpresa uno de los seres que rodean el trono toma del altar un carbón con unas tenazas y lo frota en su boca anunciando que ese hecho lo hice libre de culpa y de pecado.

Observemos que un ser de la más alta jerarquía angélica no pudo tomar el carbón con las manos, debió hacerlo con una herramienta y eso tuvo contacto directo con los labios de Isaías y en vez de consumirlo lo transformaron en un hombre limpio.

¡Ese es el espíritu de la gracia! nuestra fuerza radica en comprender que somos débiles ante su presencia, que no existe nada para hacer que nos permita ganar su benevolencia, solamente reconocer nuestra ineptitud y flaqueza, hasta hoy resuenan en mis oídos el grito ¡Ay de mí que soy hombre muerto porque siendo hombre de labios inmundos y habitando en medio de un pueblo que tiene labios inmundos han visto mis ojos a Jehová el Rey de los ejércitos!

En esta postura de contrición radica nuestra verdadera fuerza ya que por hacer las cosas bien nadie verá al Señor debido a que no existe humano que alcance esa medida de obrar correctamente.

Siento temor al oír frases legalistas como:

“Usted está enfermo porque no se congrega”

“Póngase al día con los diezmos y encontrará trabajo”.

“Seamos como Elías, como Abraham, como Débora”.

¡Amigos, si hoy viviera Jacob tendría que ayudar a Labán a llevar la carga una milla más! las letras de la ley han finalizado y en ellas quedó sepultada toda nuestra maldición, somos testigos de esta jornada gloriosa de recibir por lo que no hemos hecho, vivir cuando nos correspondía morir, ganar luego de ser candidatos para perderlo todo, ¡bendito sea el sacrificio de Cristo frente al cual si nos declaramos débiles seremos fortalecidos! mientras que al pretender hacer marchar ambos pactos por una misma vereda no hacemos más que retroceder a riesgo de volver a la línea de largada sin disfrutar la inmortal meta que tenemos por delante.

Tratemos de ser mejores cada día pero por gratitud, no porque portándonos bien lograremos que Jesús nos estime más, Él ya nos amó por completo, hasta la muerte.

Deseo dejar constancia mi incondicional respeto y reverencia a la riqueza del antiguo pacto en lo que respecta a su valor histórico y profético, el grito, el anuncio del advenimiento del Señor está registrado en esas páginas gloriosas, la ley y los profetas así como los libros históricos son un sembradío de enseñanza espiritual para nuestras vidas, lo que sostengo es que busquemos juntos para que circunstancias y tiempos cada parte de la escritura es protagonista a los fines prácticos, jamás voy a desconocer que estamos parados sobre las bases que los antiguos edificaron.

Finalizo mencionando el giro meridiano de Isaías, un hombre pusilánime, tembloroso, ahora escucha una pregunta indirecta de Dios… ¿A quién enviaré, y quién irá por nosotros? y él con la confianza que solo otorga el sentirse perdonado y libre dice “A mí, envíame a mí”.

Junto con él decimos que somos muertos porque en el espíritu hemos visto a Dios siendo terribles pecadores, pero el carbón encendido de su muerte y resurrección ha tocado nuestros labios y fuimos perdonados, entonces cuando suena la pregunta:

¿A quién enviaré en este convulsionado siglo XXI a que lleve mi voz por todo este mundo desbordado de odio y avaricia?, se escucha nuestra respuesta agradecida y con la firma de nuestro compromiso…”A nosotros Señor, envíanos a nosotros”.

Manuel Angel Venecia.
65 años
Casado
Pastor ayer y maestro hoy
Bachiller en Teología
Oriundo de Buenos Aires, afincado hace 33 años en la Ciudad de Pinamar

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Categoria: Eclesiología, Edición 24 | Fortalezas y Debilidades, entrega 5

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