EL SELLO DE DIOS

| 14 junio, 2021 | Responder

Texto bíblico: 2a. Timoteo 2,19 “…el fundamento de Dios está firme, teniendo este sello: Conoce el Señor a los que son suyos; y: Apártese de iniquidad todo aquel que invoca el nombre de Cristo.”

El sello era usado por reyes y propietarios para marcar su propiedad y demostrar su autoridad e identidad. En este se inscribían los nombres y títulos. También frases identificadoras del dueño. Era la firma que autenticaba un documento.

El sello de Dios lleva inscritas dos cláusulas. La primera tiene que ver con Dios mismo: Él conoce a los suyos. Se hace mucho hincapié en el hecho de conocer a Dios. Cuando predicamos instamos a la gente a que conozca a Dios. Esto es importante, obviamente. Sin embargo, lo más importante es ser conocidos por Dios. Y esto es anterior al conocimiento nuestro para con Dios.

El fundamento sólido de Dios es que él nos conoce, no que nosotros lo conocemos. Conocer a Dios es importante, pero no sirve si no se es conocido por Dios. Es más, puede ser falso ese conocimiento humano del que muchos se jactan. Jesús, en una oportunidad, habló de esos creyentes que hacen milagros y profetizan y echan demonios en SU nombre. A esos les dirá: “Apártense de mí, no los conozco, hacedores de maldad…” (Mateo 7,22; Marcos 7,23 y Lucas 13,27). Será una gran sorpresa para esos creyentes que se jactaron de haber conocido a Dios y de realizar milagros en su nombre. Esto puede sonar ilógico, pero no lo es desde el punto de vista de Dios. Porque el Señor conoce las vidas privadas de esos creyentes. Y también las nuestras…Nunca debemos jactarnos de que Dios nos utilice. Como les dijo Jesús a sus discípulos cuando estos llegaron contentos porque el mismo demonio se les sujetaba. “No se alegren de eso, sino de que sus nombres están escritos en el reino de los cielos” (Lucas 10, 20). Esto se traduce: Dios ya los conoce y los ha inscrito en Su libro. Dios ya los conoce, y aún a Judas, el que más tarde lo iba a entregar a Jesús. Es posible, aunque no podemos asegurarlo, que Judas no estaba inscrito en ese libro. De todos modos, procuremos serle agradables al Señor y entender que lo más importante de nuestra vida cristiana no es que conocemos a Cristo, sino que él nos ha conocido primero, antes, mucho antes, desde la eternidad. Sin entrar en controversias teológicas al respecto.

Pablo refuerza esta idea de que Dios nos conoce, en su carta a los Gálatas:

“Ciertamente, en otro tiempo, no conociendo a Dios, servíais a los que por naturaleza no son dioses; mas ahora, conociendo a Dios, o más bien, siendo conocidos por Dios, ¿cómo es que volvéis de nuevo a los débiles y pobres rudimentos , a los cuales os queréis volver a esclavizar?” Ga. 4,8-9.

Quiero resaltar el concepto de que es mejor ser conocidos por Dios, que conocerlo. Es lo que afirma el apóstol en medio de estos versículos. Ese “más bien” implica algo superior, más relevante. Pablo les hace ver a los gálatas, que estaban volviendo atrás en muchos aspectos, que si bien ellos habían conocido a Dios, lo más importante era que Dios los conocía. Esto, sin duda, los comprometía mucho más. Es acercar a Dios al lugar donde ellos estaban errando. Dios estaba ahí, observándolos. Porque Él los conocía. No es lo mismo decir:”Conozco a Dios”, que “Dios me conoce”. Esto último me compromete mucho más. Me hace tomar conciencia de su presencia sobre mí, y de lo que Dios espera de mí.

La segunda nos involucra a nosotros: Apártese de iniquidad todo aquel que invoca el nombre de Cristo.

Lamentablemente, muchos que invocan ese nombre precioso, no viven de acuerdo a lo que ese nombre implica. La iniquidad es desigualdad. La iglesia actual es inicua cuando no da lugar a sus miembros en diversos ministerios. Cuando no se atiende a los más vulnerables y necesitados, cuando se da preeminencia a los más ricos, los “bendecidos” con bienes materiales. Cuando se privilegia a unos en desmedro de otros. Y estas iniquidades son internas y externas. La iniquidad en estas variantes, hacia adentro y hacia afuera de los muros de los templos, hoy de los espacios virtuales, donde esas diferencias y favoritismos persisten, es la gran debilidad de la iglesia de hoy. Debemos apartarnos de ese virus que nos contamina y perjudica a otros. Es una enfermedad de la iglesia de estos tiempos. También de otros momentos de la historia, obviamente, pero estas nuevas formas de iniquidad son las que nos afectan en la actualidad.

Nuestra fortaleza está implícita en la primera frase: Dios nos conoce, conoce a los suyos. Esto debería darnos valor y fuerzas para continuar con la tarea evangelizadora y de hacer discípulos. Esa fortaleza nos guiará a la segunda, apartarnos de toda clase de iniquidad, de desigualdad.

La fortaleza consiste en ser conocidos por Dios. Las debilidades son esas iniquidades que se cometen en el seno de la iglesia y afuera de ella. Lo primero deberá apartarnos de lo segundo.

Marcelo Maristany
Escritor, dibujante-ilustrador y tallerista,
Autor de los libros “El quinto riel y otros cuentos”,
“Ensanblados”, “Jaguares”, “Bitácora”, “Onírica” y
una publicación en formato e-book “Ateos y ateos”.
Autor e ilustrador de cuentos para niños: “La Ballena roja”,
“El dinosaurio de la cola puntiaguda” y “¿Cuál es tu secreto?”
Actualmente se congrega en la 2da iglesia de la Unión Evangélica Argentina de La Plata

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Categoria: Biblia, BIBLIA, Edición 24 | Fortalezas y Debilidades, entrega 5

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