FE, VIOLENCIA y ORDEN PÚBLICO

| 28 junio, 2021 | Responder

Liberándonos de la interpretación bíblica literalista que genera un teología que debilita a muchos sectores de la Iglesia en nuestra Latinoamérica. El ejemplo del caso Colombia.

No faltan textos bíblicos donde se narran guerras y otras violencias. Unas veces Dios aparece como su patrocinador y otras como censor. Nos desconciertan algunos textos donde se le presenta como el Señor de los ejércitos (Zac.8:1) quien por la inmensidad de su amor se enciende de celos y de ira para defender a su pueblo (Zac.8:2). A estos textos acuden muchas personas creyentes para legitimar las violencias de hoy.

Estas teologías, que seleccionan los textos sagrados con marcados sesgos ideológicos y los leen con aberrante literalismo, invaden nuestra fe cristiana. Si, “nuestra fe”, la evangélica, católica, protestante y otras, incluida la fe de quienes dejaron de tener iglesia (la fe de los “ des-eclesiados”).

Se propaga entre los que abogan porque los culpables de los viejos conflictos sociales deben ser castigados y, si eso no es posible, las guerras deben seguir. Se difunde entre los que juzgan las protestas sociales como actos vandálicos que atentan contra el orden y, por lo tanto, siendo Dios uno de orden, el desorden debe ser reprimido con la furia de viejos testamentos y la fuerza de nuevos militares.

Se interpretan los conflictos desde la óptica de los que causan el desorden de ayer (los que queman autos), sin mirar los que originan el desorden de siempre (los que incendian la justicia y azuzan las desigualdades).

Lo cierto es que las autoridades están para poner orden, entendido como la protección de la vida, honra y bienes de todas las personas, como dictan algunas Constituciones. Hasta aquí, de acuerdo, ¡que pongan orden!, no desorden, como está sucediendo en Colombia por estos días, incitando a la violencia y atentando contra la vida.

Quienes protestan, deben ser protegidos; quienes en medio de la protesta cometen delitos, deben ser detenidos y juzgados. La función de las autoridades es garantizar la defensa y la seguridad de los ciudadanos. Y la función social de la fe (o las fes, así en plural), entre otras, es denunciar la injusticia, proclamar la dignidad humana y ayudar a construir la convivencia armónica y pacífica.

No es la función de las religiones legitimar la violencia con teologías militares y argumentos que desdicen de su Dios y echan a perder la poca reputación social (¿testimonio?) que aún les queda.

¿Por qué no, en lugar de afirmar la violencia de los dioses con teologías guerreristas, promover la justicia de Dios y su opción pacificadora y justa? Para que, como dice el salmista, la justicia y la paz de abracen. Para que la fe, en lugar de legitimar las violencias, sirva para construir la paz y ser fermento de armonía. Una fe decente; ¡esta sería más que suficiente!

“El amor y la verdad se han encontrado,
la justicia y la paz se abrazan.
La verdad brota de la tierra, la justicia surge del cielo.
El Señor traerá prosperidad y nuestra tierra dará su cosecha.
La justicia caminará ante él, sus pasos trazarán el camino.”
SALMOS 85:11-14 BHTI

“Esto dice el Señor Dios: ¡Ya está bien, príncipes de Israel! ¡Ya está bien de violencia y rapiña!
Practiquen el derecho y la justicia, dejen ya de expropiar a mi pueblo —oráculo del Señor Dios—.
Ocúpense de que las balanzas no estén trucadas y de que las pesas y las medidas sean las correctas.”
EZEQUIEL 45:9-10 BHTI

Harold Segura
Pastor y teólogo colombiano
Director de Relaciones Eclesiásticas de World Vision International

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Las notas publicadas en esta edición digital reflejan la opinión particular de los autores.
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Categoria: DOSSIER de ACTUALIDAD, Edición 24 | Fortalezas y Debilidades, entrega 7

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