LA EDUCACIÓN DIALÓGICA

| 29 abril, 2013

Hay en todo acto didáctico tres factores fundamentales el educando (alumno, estudiante), el educador (maestro, profesor, docente) y la materia. De la manera en que estos tres factores se relacionen tendremos diferentes estructuras del acto didáctico, según esté centrada en el educando o en el educador o en ambos, según qué materia utilizamos y cómo la utilizamos. Esto nos da al menos tres estructuras básicas.

Una primera estructura posible es la que toma la materia fundamentalmente como contenidos de tipo intelectual y teórico, los cuales son transmitidos por el educador al educando. De esta manera el educador ocupa un lugar central en la estructura, mediando entre la materia y el educando, el cual raramente está en contacto directo con ella. Esto coloca la fuerza de la actividad en el sujeto educador, relegando al educando a una posición de receptor pasivo. El educador es el que prepara la materia y la transmite, por lo tanto el único que está realmente en contacto con ella. A esta estructura llamamos tradicional.

 

 

La segunda, como reacción manifiesta a la primera, insiste en el lugar central del educando, el cual es puesto en relación directa con la materia, preferentemente haciéndole trabajar sobre ella mediante la resolución de problemas. El educando como sujeto activo actúa sobre la realidad, en tanto que el papel del educador se limita a motivar y orientar el proceso. Esta estructura se asocia con el llamado movimiento de la escuela nueva, que en muchos casos menoscabó el papel docente del educador. A esta estructura llamamos activa o experimental.

 

 

La tercera, es una profundización de la segunda, acentuando aun más el papel activo de ambos sujetos o actores, el educando y el educador, quienes se ponen en contacto (diálogo) entre sí mediados por la materia. La materia en este caso no es un bloque de conocimientos, sino la realidad misma sobre la que se actúa para transformarla. En esta estructura el lugar central lo ocupa el proceso mismo, esto es la acción transformadora que pone en interrelación a los distintos componentes del acto didáctico. En este caso, aun cuando no debe haber confusión de funciones, también el educando enseña y el educador aprende. A esta estructura llamamos dialógica o problematizadora.

Hay, en todas las acciones de la vida humana, una dimensión educativa. Aprendemos y enseñamos, sin intención de hacerlo, con nuestras actitudes, conductas y palabras. En rigor, la mayor parte de nuestro proceso de aprendizaje y enseñanza se da de esta manera. Aún más esta dimensión educativa tiene más fuerza educativa de lo que imaginamos, positiva y negativamente. Aprendemos cuando actuamos resolviendo problemas y transformando nuestra conducta, y aprendemos mucho más cuando resolvemos problemas y marcamos líneas de conducta junto con las demás personas. Esto es el diálogo, que no deberíamos confundir con la mera charla. En este sentido, toda situación de la vida humana, personal y social, es una situación de aprendizaje y enseñanza.

Ya no más un educador y un educando, sino un educador-educando y un educando-educador que aprenden juntos mediatizados por la realidad. Paulo Freire.

 

 

Emilio Monti
Pastor metodista.
Licenciado en Teología.
Profesor de Filosofía y Pedagogía.
Doctorando en Ciencias Humanas y Arte.
Profesor Emérito del Instituto Universitario ISEDET
Ex Decano y Profesor de Teología Práctica del Instituto Universitario ISEDET
Ex Profesor de Ciencias de la Educación en la Universidad Nacional de Lomas de Zamora Capellán y Vicerrector de la Universidad del Centro Educativo Latinoamericano de Rosario (UCEL).
Trabajó activamente en ayuda a Refugiados (CAREF) y en defensa de los Derechos Humanos (MEDH) y en la acción ecuménica (FAIE)
Integró a nombre de las iglesias evangélicas el Consejo Nacional de Políticas Sociales del Gobierno de la Nación.

 

 

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Categoria: Edición 3 | Educación, entrega 9, PASTORAL, Pedagogía

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