IMPACTAR Y NO ABURRIR

| 20 mayo, 2013

Es común que nos identifiquemos con las personas que se visten lo más parecido a nuestro estilo. Usar cierta ropa revela parte de nuestra personalidad. En otras palabras, también comunicamos con nuestra forma de vestir.

 

Cuestión de identidad

Si estamos en una parada de colectivo, esperando un taxi o en una peatonal, y necesitamos averiguar una dirección, seguramente decidimos acercarnos a la persona con quien nos identificamos en cuanto a la apariencia. Es decir, nos identificamos con su vestimenta. Claro, siempre puede haber excepciones a la regla. Por ejemplo, si acostumbro vestirme tipo deportista, de zapatillas y jogging, probablemente prefiera preguntar a las personas de vestimenta informal antes que a los de traje.

En los medios de comunicación existe una verdad, un principio, cuya puesta en práctica lleva mucho esfuerzo y trabajo: “vestir al medio”. Sí, la idea es tener una vestimenta para a la radio, el canal de televisión o el programa en particular. También se conoce como “maquillaje” o “artística”. En el campo de la publicidad o el diseño, ese tipo de “vestimenta” también se conoce como identidad corporativa. Con la ayuda de algunos elementos de producción, tendremos como resultado la vestimenta del medio.

Por lo tanto, debemos entender que se identifica, procesa y lleva a la práctica un mensaje de acuerdo a la “vestimenta” que se usa.

 

Ser efectivos

Para ser objetivos a la hora de comunicar un mensaje, debemos elegir nuestro segmento social o auditorio. No necesariamente tiene que ver con ser excluyente o darnos el lujo de juzgar al decir “esta persona sí” o “ésta no”. Me refiero a buscar algo en común que identifique al grupo al que quiero dar un mensaje. Por ejemplo, hace un tiempo, hice una reunión de vecinos en casa. La invitación era a participar de un asado a la parrilla. Invité a vecinos profesionales y desocupados, algunos religiosos, otros ateos. Había diversidad de personalidades, pero algo en común: éramos todos vecinos.

La motivación de la convocatoria era presentarme. Tenía un mensaje que darles. Quería ser lo más objetivo posible, y que entendieran el motivo de la invitación: que me conocieran y conocer a cada uno de ellos. ¡Era sólo eso!, una presentación.

La vestimenta que usé ese día fue presentarme a mis nuevos vecinos. No tenía la ansiedad de explicarles Juan 3:16, ni mencionarles la iglesia que pastoreo y quiénes son mis líderes. Tampoco tenía la urgencia de hablarles acerca de la salvación de sus almas ni del bautismo. Con esto no digo que sea menos importante su salvación. Claro que pienso igual que usted al respecto. Pero la convocatoria tenía una vestimenta, y eso fue lo que usé. ¿Qué pasaría si me invitaran al cumpleaños de un niño, hijo de algún amigo, y decidiera vestirme de traje? Pero como llovía, podría ponerme botas de goma. También, como me regalaron para las fiestas navideñas un hermoso suéter verde con rayas rojas, aprovecharía la oportunidad para usarlo. ¡Ah! Tampoco podría olvidar el sombrero que me trajo un amigo de su último viaje a Centroamérica. ¿Qué le parece? ¿Ridículo? Tiene razón. Sería divertido para los demás, pero vergonzoso para mí. Tendría que usar la vestimenta apropiada para la ocasión.

Lo mismo ocurre cuando decidimos dar nuestro mensaje. No podemos cargarlo con todo lo que tenemos. Cada oportunidad de presentarnos será sólo una parte de todo lo que tenemos para decir. Dios y su auditorio lo verán como una persona normal y bien vestida. Y no me refiero al estilo de ropa o indumentaria. Será aceptado y confiable. Su audiencia recibirá lo que usted tenga para decir.

 

Hay que tomar una decisión

Hay unos cuantos comunicadores revolucionarios de la Biblia. Pero a lo largo de los años, este mensaje siempre será el mismo. Se fue vistiendo conforme a la  época y a las necesidades. Hay personas que decidieron dar el mensaje de una forma aceptable. Como Charles Finney, que tomó la decisión de abandonar la Masonería para predicar el evangelio. Se convirtieron 500.000 personas a lo largo de su ministerio. Millones de personas conocieron a Cristo mediante las campañas de Billy Graham. Reinhard Bonnke también tomó la decisión de penetrar un país de otra cultura y vestir el mensaje en base a la necesidad de toda la nación, acercando así el mensaje al único Salvador de sus almas.

Vestir el mensaje lleva trabajo y dedicación. Los medios invierten mucho dinero en esta tarea de maquillaje o artística. También lo hacen las grandes marcas, para vender sus productos. Constantemente generan nuevos envases, packaging o publicidades que persuadan a sus consumidores. Nosotros tenemos el mensaje de salvación. Mucho más que un producto. Miremos y analicemos nuestro campo de acción. ¿Cuáles serían las consecuencias que nos tocarían vivir si vestimos un mensaje que salva vidas? No aguarlo ni taparlo.  Presentarlo tal cual es pero de una manera atractiva, persuasiva, agradable a la vista y a los oídos.

Creo que las consecuencias serían extraordinarias. Sólo se trata de creer y empezar. Orar al Señor que nos guíe a dar este mensaje a nuestro barrio de una manera que nunca antes han escuchado. Presentarlo como en los antiguos tiempos pero con las estrategias de este siglo. Llegar a través de redes sociales, televisión, radio e internet; pero también con nuestras relaciones personales, creando actividades que convoquen no sólo a cristianos. El mensaje de salvación también es para el que no ha creído. Sin fanatismo, porque esta tarea no es para nosotros mismos. Seamos humildes porque se trata del Reino.

La comunicación convencional involucra solamente a los oídos. Pero una comunicación revolucionaria es multisensorial. Involucra los oídos, la vista y el tacto. Lleva a nuestro público a escuchar, a ver (por medio de una fotografía, de pequeños cortos o películas, dramatizaciones, etc.), y a sentir. Tal vez, que puedan palpar una semilla de mostaza físicamente mientras les hablamos de la fe y la comparamos con la semilla. Que sientan la brisa en sus rostros si les tenemos que hablar de la creación o la creatividad de Dios. Esto último no podrá suceder dentro del templo. Pero estoy seguro de que a su congregación no le importará el lugar en que les predique, si se los motiva a conocer más a Dios de otras formas.

En una oportunidad, tuve que predicar en la reunión de jóvenes y los esperé en la vereda, con la puerta del templo cerrada. Cuando llegaron, les hablé de la necesidad de predicar en las calles. El impacto de la palabra fue mucho más potente por el sólo hecho de estar en el lugar de necesidad y no en la comodidad de las cuatro paredes.

No podemos aburrir a nuestras congregaciones por respetar la tradición. La vida y la muerte eternas están en juego.

 

 

 

Esteban Espíndola
Pastor de la iglesia Ciudad de Dios, Ciudadela, Bs. As. (UAD)
Profesor en el Instituto Bíblico Río de la Plata y DEC.
Web master en diseño multimedial
Diseñador gráfico
Staff de la Revista Edifiquemos
Productor de contenidos para radio y TV
Responsable de El celular de Dios (Productora de contenidos)

 

 

Cordialmente es la expresión de PASTORESxlaGENTE que, fiel a sus principios, no procura fijar conceptos únicos, sino que busca expresar la diversidad en la pluralidad que caracteriza al movimiento evangélico.
Las notas publicadas en esta edición digital reflejan la opinión particular de los autores.
La dirección de Cordialmente procura que la expresión bíblica “examinadlo todo, y retened lo bueno” sea el objetivo, por lo cual se invita a los distintos escritores a presentar sus fundamentos dejando el juzgamiento del artículo en cada uno de los lectores.

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Categoria: Edición 4 | Iglesia y Sociedad, entrega 3, Evangelismo

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