REFLEXIONES SOBRE LA VIOLENCIA

| 15 julio, 2013

No podemos comprender la cuestión de la violencia política, sin entender a esta como un conjunto de relaciones de poder desiguales, una herramienta que articula los medios para la consecución de determinados fines. En nuestro caso, dichos fines se refieren a la ventaja económica de un sector determinado por sobre otro. La génesis de este análisis de la preminencia de la base material que configura al resto de las relaciones sociales y que aparece como una teoría política y económica dominante, se la debemos a teóricos de la filosofía, la ciencia política y la economía, pero principal y originalmente, la encontramos en el libro de los libros, la Palabra de Dios.

Ya el apóstol Pablo señalaba en la 1ra Carta a Timoteo: “He aquí, raíz de todos los males, es el amor al dinero”…

Claro y contundente. El amor al dinero es la raíz sobre la que crecen las distintas ramas de la sociedad, por lo menos, dentro de esta configuración denominada analíticamente “capitalismo”. El capitalismo se nos aparece como un sistema. Jesús definió al sistema de su época con un término teológico, pues la mirada que se esperaba de un Rabí era precisamente una que se emparejara con un discurso religioso. Y este discurso, el religioso, es uno de los tantos que pueden explicitar verdades, para que luego se expandan al resto de las áreas de la vida y la conducta, afectando nuestras relaciones y nuestro afuera.

El sinónimo de “sistema”, en el discurso de Jesús, es la palabra “mundo”: Encierra todas aquellas cosas que se oponen a la virtud y la ética mediante la cual debe vivir un verdadero creyente. El mundo, en la concepción teológica tradicional, es el “pecado”, el pecado individual que atenta contra nuestra pureza. Pero el “mundo”, es también, y, principalmente, la configuración de la estructura que nos coacciona a vivir dentro de un “sistema” pecaminoso, como si fuera natural, normal y deseable. Pensemos, por ejemplo, en el “consumismo”, en la creación de necesidades artificialmente creadas a fin de, no solo, producir productos para venderle al individuo, sino en modelar al individuo para dichos productos, a través de la explotación del deseo, que diera lugar al surgimiento de las modernas técnicas de marketing.

Tan distinto al consejo bíblico de: “Teniendo alimento y abrigo, estar contentos con ello”. Esta dominación se dio a través de prácticas disciplinarias constantes de parte de las instituciones del capitalismo incipiente, principalmente en el mundo del trabajo, de la cultura, la religión y de la vida, con una tutela permanente de la ciencia como organizadora del quehacer humano en beneficio de un proyecto socioeconómico. Las herramientas de la dominación, han sido la violencia y la seducción, esta última principalmente a través del consumo.

La política, por lo tanto, organiza el poder y tutela un proyecto socioeconómico en favor de determinada clase. Para ello se legitima la violencia desde el Estado y se deslegitima toda violencia contra el sistema y, por sobre todas las cosas, se oculta la violencia estructural que el mismo sistema esconde. De esta forma, un piquetero que reclama por alimento para sus hijos es “violento”, mientras que la violencia “estructural” que produce dicha pobreza y exclusión, permanece velada, escondida, en las sombras y aceptada socialmente.

La religión, en tanto discurso que orienta las conductas, también intentó ser cooptado por las clases dominantes, intentando circunscribir y reducir la categoría “mundo” al pecado individual, a través de la culpa, realizando la misma operación de mantener oculto de la vista el pecado estructural que el sistema esconde. De esta forma, la “vida santa” solo se reduce a adecuarse a las normas de la “moral y las buenas costumbres”, y el castigo a aquellos que no se atienen a las mismas.

Quien nace en un momento histórico determinado tiende a pensar que las relaciones cotidianas son “naturales” de “sentido común” o “normales” sin percibir que son construcciones históricas que sirven a determinados fines. Este es precisamente el mérito de quienes se hallan en el lado fuerte de estas relaciones de poder. ¿Cuál es el papel de la Iglesia al respecto? La lectura del evangelio en clave de liberación aparece como una necesidad urgente para la iglesia de este tiempo.

 

Aníbal Villordo
Licenciado Ciencia Política
Presidente UPSI (Unión de Pastores de San Isidro)
Pastor Iglesia Fuente de Gozo en Boulogne, Buenos Aires

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Categoria: Edición 5 | LA CREACIÓN ANHELA, entrega 1, SOCIEDAD, Sociología

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