SEMINARIO E IGLESIA: ¿espacio de igualdad o exclusión?
Es indudable que mucho del quehacer teológico que se estructura en las iglesias, surge en gran manera de la educación teológica recibida en las facultades de teología de las diferentes confesiones religiosas.
En Argentina hay muchos seminarios e institutos de formación ministerial, los hay para todo tipo de opción; como en Colombia, existen fundaciones universitarias teológicas (antes seminarios, institutos o escuelas de formación pastoral); prácticamente de todas las confesiones evangélicas que alcanzan cierta representatividad, por el número de miembros o iglesias.
El objetivo de esta reflexión no pretende analizar ni hacer juicio a priori de las diferentes confesiones o instituciones. Pero, por sentirme inmerso en algunas de ellas: Fundación Universitaria Seminario Teológico “A”, Seminario “B” e Instituto Bíblicos AD y Wesleyano de Colombia y de América Latina;[1] si puedo afirmar que el currículo de dichas instituciones educativas mantiene programas bíblicos, teológicos y pastoral buenos, pero reducidos al quehacer teológico denominacional, de afianzar los dogmas o confesiones de cada una de ellas, que puede ser conservadora clásica, carismática y neopentecostal, que los lleva a obviar las diversas realidades del país.[2]
Asignaturas que evaden apoyo más integrales ante problemas sociales graves como el desempleo, desplazados, etc. O las situaciones de las comunidades eclesiales que requerirán nuevos modelos pastorales más integrales a todas las necesidades de los miembros y los de afuera: las lesbianas, los homosexuales, los no creyentes, los políticos, entre otros.
Es un hecho que urge la revisión de nuestro currículo educativo y analizar, con toda honestidad y seriedad, si los contenidos programáticos tienen que ver con pura información o tienden a establecer puentes contextuales y pertinente con el desarrollo de los diferentes ministerios y dones de las personas que se capacitan en estas instituciones y con la búsqueda de una vida más plena para el género humano en el cumplimiento de la misión del Reino de Dios.
¿Y las iglesias por dónde van?
A partir de los años ‘60 y ‘70 del siglo pasado, debido al gran auge de la teología de la liberación en América Latina, esto incursionó en nuestro país, en especial Medellín. Las iglesias evangélicas fueron desafiadas a plantearse nuevos modelos beligerantes junto al nuevo proyecto de liberación. Esto trajo como consecuencias divisiones internas en varias denominaciones históricas entre ellas: la presbiteriana e interamericana.
Hoy las divisiones son de carácter neopentecostal con tendencia de expulsión de demonios, culto de sanación, apostolado y teología de la prosperidad en las iglesias con tradición conservadora. Un ejemplo a citar: las iglesias bautistas, interamericanas, bautistas independientes, presbiterianas, anglicanas, de la Alianza Cristiana Misionera, entre otras. El resultado de esta batalla campal e ideológica fue la creación de dos bloques. Un bloque liberacionista, que optaba por el proyecto liberador; y un segundo bloque conservador, que optaba por el dogma [hoy continúan estos bloques con un tercero: los de la teología de la prosperidad].[3]
Los sectores fundamentalistas conservadores se replegaron y se encerraron en si mismos –todavía se mantienen en esa posición–; el otro sector, más abierto, formado por las iglesias históricas presbiterianas e interamericanas de Laureles en Medellín (como ejemplo de Colombia) han sobrevivido en medio de la exclusión de los sectores fundamentalistas conservadores.
Esas iglesias que se insertaron en el proceso liberador, fundaron centros de educación teológica, con nuevos paradigmas de reflexión e iluminados por la teología de la liberación, tales como la solidaridad cotidiana expresada en el compartir el dolor, la esperanza y la lucha de clase de una vida digna y un salario digno[4].
En cambio, el bloque conservador comenzó a fortalecer sus centros de formación teológica con el objetivo de contrarrestar el movimiento liberador, el tema de la teología de la liberación empezó a debatirse “pues a los que siempre se vio como hijos de Dios, ahora se los veía como desertores de la “verdadera doctrina cristianas”, herejes, hijos del Diablo”[5].
A pesar de la riqueza temática liberadora que se generaba en ese momento, muchas cosas no lograron producir cambios en los sectores conservadores. En el ámbito curricular de estas instituciones teológicas conservadoras siguieron capacitando a líderes y pastores tradicionales. La crítica al poder eclesial centralizado y a la exclusión de las mujeres, entre otras cosas, quedó archivado.
Hoy no podemos hablar de democracia participativa en los diferentes sectores de la sociedad, si en nuestras iglesias e instituciones educativas no hay participación igualitaria de los sujetos sociales que compone las mismas. Muchas instituciones eclesiales y paraeclesiales hoy desarrollan una fe puritana [con tendencia a la New Age, hacia la mentalidad positiva que se refleja en los sermones del éxito y lucro], una misión espiritualista de la vida y procura conservar sus doctrinas y dogmas[6], dejando excluidos, en muchos casos, a mujeres, niños, desplazados, gays, entre otros.
Si realmente comprendemos la iglesia como cuerpo de Cristo y cada uno somos miembros de ese cuerpo; es decir, todos en uno, en una forma comunitaria[7] debemos profundizar, desde nuestras instancias de formación teológica, esta comprensión amplia en que el pueblo de Dios debe participar en igualdad en los diferentes ministerios de la misma. El apóstol San Pablo nos dice:
“(…) Y el que planta y el que riega son una misma cosa; aunque cada uno recibirá su recompensa conforme a su labor. Porque nosotros somos colaboradores de Dios y vosotros sois labranza de Dios, edificios de Dios”[8].
A estas alturas nos podemos preguntar que valor tiene esta reflexión. Nos parece que es relevante en nuestro intento de comprender el desafío que enfrentamos. Si como pastores, líderes y maestros evangélicos, queremos estar como ciudadanos de segunda clase, como gente sin capacidad, como pastores y maestros pasivos, que enseñamos las cosas porque nos toca o sencillamente no hemos aprendido a leer críticamente la Biblia, la historia y hasta nuestra propia teología. Somos loros que repetimos un discurso de lo que oímos o hemos aprendido.
Si hubiésemos aprendido hacer teología desde los presupuesto de la teología latinoamericana, nos habría ahorrado un sinnúmero de palabreros (carismáticos, fundamentalistas, etc.), que han provocado una división teológica (teología de la prosperidad, de la unción, etc.) y no estructural de nuestras denominaciones evangélicas colombianas y latinoamericanas.
Pero, si queremos estar a nivel de otras teologías latinoamericanas, necesitamos estar al lado de ellas. Para ello, debemos liberarnos del miedo, del fundamentalismo, del que dirán (…).[9] Como evangélicos latinoamericanos necesitamos creer y actuar basados en las demandas del Reino de Dios, con una nueva mentalidad, con una nueva disposición, despojándonos de nuestros complejos, nuestros temores y creyendo que todo lo podemos en Cristo que nos fortalece[10].
Dr. Luis Eduardo Cantero
Pastor bautista
Doctorando en Historia de América Latina (Universidad Pablo de Olavide, Sevilla, España)
Doctor en Filosofía (Laud Hall Seminary)
Máster en Teología (Universidad Evangélica Nicaragüense Martin Luther King Jr.)
Especialista en Diseño de Ambientes de Aprendizaje (Universidad Minuto de Dios, Colombia)
Licenciado en Teología (Universidad Evangélica Martin Luther King Jr.)
[2] Luis Eduardo Cantero, “Educación teológica y género: Desafíos a las instituciones teológicas latinoamericanas evangélicas. Estudio de caso colombiano, en Revista Teología y cultura, año 9, vol 14 (noviembre, 2012), pp. 137 – 152.
[3] Cantero, op., cit., p. 141
[4] Ejemplo a citar PROMESA, hoy recinto universitario de la Universidad Bíblica Latinoamericana en Medellín y el Seminario Teológico Presbiteriano y Reformado de la Gran Colombia, hoy Universidad Reformada de Colombia, Barranquilla, ha firmado un convenio con otras universidades para ofrecer títulos de grado y postgrado: Especialización y Maestría. En estos centros, el tema de pobreza, marginación y exclusión empezó a debatirse pues lo que siempre se vio como un don divino era confrontado como fruto de la injusticia social. Amilkar Ulloa Entrevista Medellín: Promesa, marzo 20 de 1999.
[5] Joaquín, Espinosa Diálogos ecuménicos. Medellín: Iglesia Evangélica Interamericana, 6 de junio de 1999.
[6] Pablo, Moreno Una relectura de nuestros principios y creencias bautista a la luz de tiempos nuevos. Medellín: Ponencia presentada en la XLVII Asamblea anual de la Convención Bautista colombiana, enero 5 – 9, 1997.
[7] Véase Hechos 2: 44 – 47.
[8] I Corintios 3: 8 – 9, Versión Reina Valera, 1960.
[9] Luís Eduardo, Cantero, “Desafíos teológicos para una eclesiología bautista contextual. Elementos fundamentales para hacer misión.” Revista signos de vida, CLAI, Quito, Ecuador, # 39 marzo (2006), p. 7 ss.
[10] Filipenses 4: 13, Versión Reina Valera, 1995.
Cordialmente es la expresión de PASTORESxlaGENTE que, fiel a sus principios, no procura fijar conceptos únicos, sino que busca expresar la diversidad en la pluralidad que caracteriza al movimiento evangélico.
Las notas publicadas en esta edición digital reflejan la opinión particular de los autores.
La dirección de Cordialmente procura que la expresión bíblica “examinadlo todo, y retened lo bueno” sea el objetivo, por lo cual se invita a los distintos escritores a presentar sus fundamentos dejando el juzgamiento del artículo en cada uno de los lectores.
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Categoria: Edición 6 | Iglesia unida y diversa, entrega 5, Teología del Sur