LAS IGLESIAS FRENTE AL BOMBARDEO DE MENSAJES*

| 12 octubre, 2020 | Responder

El poder de las palabras es casi infinito. Pautas para una adecuada hermenéutica.

 “Cuando triunfan los medios de masas, el hombre muere.” Umberto Eco

En su insuperable ensayo “Para una guerrilla semiológica”, el filósofo italiano Umberto Eco –que todos recordamos por ser autor de la novela El nombre de la Rosa– argumenta sobre la importancia que los medios de comunicación tienen en las sociedades actuales, al punto que, afirma: “Hoy, un país pertenece a quien controla los medios de comunicación.”(1) Las Iglesias cristianas como entidades que pertenecen a la sociedad también están sometidas, diariamente, al bombardeo de mensajes de las más diversas orientaciones. Tal exposición es inevitable al vivir en la era digital. La pregunta es ¿cómo actuar frente al fenómeno? ¿Cómo decodificar esos mensajes? ¿Tiene el mensaje cristiano algún paradigma orientador para elaborar una hermenéutica adecuada? Intentaremos responder estas preguntas en un acotado espacio.

Si algo ha demostrado la hermenéutica contemporánea –hermenéutica es la ciencia y el arte de la interpretación– es que los seres humanos no somos portadores del lenguaje sino que somos lenguaje. Como bien dice el más importante filósofo de la hermenéutica, Hans-Georg Gadamer, “el niño va aprendiendo el mundo en juegos lingüísticos.” Con el lenguaje constituimos el mundo, así como Adán otorgaba entidad a los animales al darles un nombre, con lo cual, también, ejercía autoridad sobre ellos. Podríamos repasar capítulos enteros de la Biblia para darnos cuenta de la importancia que la palabra humana tiene, al punto de construir vidas o arruinarlas (v. gr. Proverbios 15.1-2; Santiago 3.1-12). El poder de la palabra es casi infinito. Con la palabra podemos construir vidas o destruirlas. De allí la importancia de lo que le decimos al prójimo, a la iglesia y a la sociedad.

Ya ha pasado el tiempo en que los líderes evangélicos hablaban de la televisión como la “caja del diablo.” En aquellos tiempos, era pecado ir al cine. Ahora, con el acceso a la televisión digital los cristianos y cristianas están sometidos diaria y sostenidamente a los más diversos mensajes por medio de discursos, debates y películas. Por supuesto que cada uno debe ejercer su libertad y su propio criterio para saber qué es lo que le conviene ver o no. Pero de lo que se trata es de buscar pautas para la decodificación de los mensajes.

Pensemos en algunas: la primera sería la pauta que nos da Jesús en el Sermón del Monte. Se trata de la conocida regla de oro: “Así que en todo traten ustedes a los demás tal y como quieren que ellos los traten a ustedes.” (Mateo 7.12 NVI). Si bien esta regla de oro se refiere a las relaciones interpersonales y tiene una larga tradición, incluso fuera del testimonio bíblico, bien se puede aplicar a la tarea del análisis de los mensajes masivos, porque al fin de cuentas lo importante es la persona humana como tal y del modo en que se la trata precisamente en esos medios. ¿Edifica la vida de las personas o denigra a las personas? ¿Reconoce ese mensaje la dignidad humana o más bien la desprecia? Son preguntas clave que convendría plantearse y responderse en cada caso.

Otra pauta es el Reino de Dios y su justicia. Si hay una virtud que representa la ética judeocristiana es precisamente la justicia. Como bien señala el filósofo Emmanuel Levinas: “La justicia tributada a otro, a mi prójimo, me brinda una insuperable cercanía a Dios. Cercanía tan íntima como la plegaria y la liturgia, las cuales nada son sin la justicia. Dios no puede recibir nada de las manos del violento. El piadoso es el justo. Justicia es el término que el judaísmo prefiere a otros que evocan más los sentimientos. Porque el amor mismo requiere justicia y mi relación con el prójimo no puede permanecer ajena a la relación que dicho prójimo entabla con un tercero que es, también, mi prójimo.”(2) Jesús de Nazaret, inscripto dentro de la tradición judaica, como bien dice en el Sermón del Monte, no vino para anular la Ley y los Profetas, sino para darles un pleno significado. Es por eso que, a modo de conclusión del mismo, nos insta: “busquen primeramente el reino de Dios y su justicia” (Mateo 6.33 NVI). Porque Jesús vivió, sufrió, murió y resucitó con la mirada puesta en el Reino de Dios. Tan importante era para él esa realidad, que incluso en los cuarenta días después de resucitado y antes de ascender a los cielos, les habló a los discípulos de un solo tema: el Reino de Dios (Hechos 1.1-8). Por lo tanto, el Reino tiene como una virtud principal: la justicia. La justicia entendida tanto en el sentido punitivo –castigo a los culpables- como en sentido distributivo, lo cual deriva, inevitablemente, en la búsqueda de la justicia social. Las iglesias que quieren ser fieles al legado de Jesús de Nazaret debieran entonces decodificar los mensajes a partir del paradigma del Reino de Dios y su justicia. Todo lo que no contribuya o no armonice con esa meta debiera tomarse como sospechoso o, por lo menos, digno de ser analizado en profundidad. Por ese camino hermenéutico, como bien dice Umberto Eco: “Frente a la divinidad anónima de la Comunicación Tecnológica, nuestra respuesta podría ser: ‘Hágase nuestra voluntad, y no la Tuya.”(3)

(1) Umberto Eco, “Para una guerrilla semiológica”, La estrategia de la ilusión,
3ra. Edición, Buenos Aires: Lumen-De la Flor, 1990, p. 181m
(2) (2) Emmanuel Levinas, Difícil libertad,
2da. Edición, Buenos Aires: Lilmod, 2008, p. 63. Cursivas originales.
(3) (3) [1] Cit., p. 192. Cursivas originales.
*Nota publicada el 11 de octubre de 2016

Dr. Alberto F. Roldán
Académico
Doctor en Teología (Instituto Universitario Isedet)
Master en Ciencias Sociales y Humanidades (Universidad Nacional de Quilmes)
Maestría en Educación (Universidad del Salvador en Buenos Aires)
Escritor y conferencista internacional
Director de posgrado de FIET
Pastor maestro de la Iglesia Presbiteriana San Andrés
Premio Personalidad Teológica 2016 otorgado por la
Asociación Evangélica de Educación Teológica en América Latina

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