JUSTICIA Y CUIDADO: DIMENSIONES DE LA MISIÓN PASTORAL

La pastoral bíblica es el acompañamiento al errante, a la cansada, al perseguido, a la sin techo, al oprimido, a la excluida, a quien no tiene recursos frente a los poderosos, a quien necesita aliento y todavía cree en la justicia y espera en ella. Jesús encarna de manera plena esa acción redentora de Dios en la historia.

Textos bíblicos: Hechos 4, 8-12 / Salmo 117 / 1 Juan 3, 1-2 / Juan 10, 11-18

Reprende Jeremías a los falsos pastores diciéndoles: “¡Ay de los pastores que dispersan al pueblo!
A los pastores que pastorean a mi pueblo: Vosotros dispersasteis mis ovejas,
Las expulsasteis,
No las guardasteis.
Pues, yo os tomaré cuentas
Por la mal
dad de vuestras acciones”.

Pensemos esto, que por encima de la bondad o de la maldad de gobiernos y pastores, hay un Dios que impulsa al buen pastor, al buen gobierno, que inspira las acciones buenas de los hombres que colaboran con él … La figura de Cristo se nos presenta como el Rey-Pastor, Rey y Pastor de todos los pueblos del mundo, de toda la historia. Él tiene la clave de la solución de la historia y de los momentos críticos de los pueblos … Si no, si volvemos la espalda a Cristo, seguiremos viviendo en este absurdo del rebaño disperso.

(Monseñor Oscar Arnulfo Romero)

Los textos bíblicos que trabajaremos nos hablan acerca de la relación entre la resurrección y la misión de la iglesia, y en esta reflexión, el acento se pondrá en el cuidado pastoral del Cristo Resucitado, lo cual indica que la comunidad que le sigue y proclama también tiene una responsabilidad pastoral como parte del anuncio de la resurrección.

El texto de los Hechos nos recuerda los riesgos que se asumen cuando asumimos el evangelio de Jesús como sentido y camino de vida. Pedro y Juan son encarcelados y amenazados por predicar el mensaje del Resucitado pero aún así ellos no dejan de anunciar una verdad que confronta a sus propios jueces. Los líderes religiosos del pueblo judío fueron los principales responsables del juicio a Jesús y su final crucifixión. Sin embargo, a este Jesús Dios le resucitó de entre los muertos y le hizo Señor de la vida y de la historia.

En la primera carta de Juan, el autor enfatiza la idea de que la iglesia que proclama al Resucitado como Hijo de Dios es una comunidad de hermanos y hermanas ya que su testimonio acerca de Jesús el Hijo también les hace copartícipes de ese vínculo de afecto y lealtad para con Dios. Las hijas y los hijos de Dios son quienes en su seguimiento al Hijo, viven como él vivió, practicando la justicia, permaneciendo en la verdad de su evangelio. La filiación divina es así el resultado de una relación de fe y obediencia. Conocemos a Dios por medio de su Hijo, y el testimonio acerca del Hijo nos compromete con el reino de su Padre. Ser semejantes a Cristo es colocarse en su mismo camino de fidelidad y entrega por amor.
El texto del evangelio de Juan afirma que el Resucitado es el Buen Pastor que cuida de su comunidad en todo tiempo. Si bien esta imagen hace alusión a Dios en el Antiguo Testamento, Jesús también se constituye en el Buen Pastor al encarnar en su propia vida el cuidado y el amor de Dios. Así también la iglesia, en su práctica y testimonio cotidianos, y animada por el Espíritu Santo, se constituye como una comunidad pastoral al prolongar en la historia el cuidado y la justicia del Padre y del Hijo.

La pastoral de Dios en el testimonio bíblico

La preocupación pastoral aparece en algunos textos proféticos del Antiguo Testamento, cuando Yahvé pide cuenta a los líderes del pueblo –reyes, sacerdotes, jueces, falsos profetas- por el cuidado de sus hermanos y compatriotas (Jr 23, 1-4; Am 5, 10-15). Yahvé llama también a todo el pueblo a la responsabilidad pastoral, cuando invita al ser humano a acompañarlo en la historia y construir con él una comunidad de hermanos y hermanas, un pueblo cuya estructura social esté basada en el amor y la justicia. Yhavé no solamente demanda el cuidado pastoral del pueblo sino que fundamenta su reclamo en su propia actuación como pastor.

Ezequiel 34 es un texto clave para comprender la dimensión pastoral del amor de Dios por su pueblo y para comprender las palabras de Jesús en Juan 10. La imagen del pastor será una de las principales figuras con que Israel se refiere a Dios, en especial a su preocupación por el pueblo humilde, por las personas más débiles e indefensas (Sal 23). Jesús también será el “buen Pastor” que da su vida por los suyos, como muestra de amor y fidelidad incondicional (Juan 10).

La pastoral de Ezequiel se dirige a un pueblo que ha sido desterrado y añora reconstruirse como nación en la tierra que Dios les había dado. Dios mismo cuidará de su pueblo, atenderá a las ovejas en sus necesidades y rechazará a un liderazgo oportunista e insensible que solo busca beneficiarse de lo que las ovejas les pueden dar. Este patrón de liderazgo pseudo pastoral podemos encontrarlo en diferentes momentos de la historia, las iglesias siempre los han padecido. En la actualidad también conocemos, lamentablemente, de modelos pastorales que en el fondo buscan solo el beneficio de los líderes. Se puede ver, por ejemplo, en las repetidas exigencias de ofrendas generosas a los fieles como supuesta señal de la bendición divina.

Para estos modelos pseudo pastorales, al igual que en los tiempos de Ezequiel, poco importa la situación de las personas. Fortalecer, curar, acompañar, orientar son acciones que no tributan a la meta del enriquecimiento personal, del alcance de un reconocimiento social. Es un modelo que funciona de manera semejante a las campañas políticas o a las leyes del mercado: palabras estremecedoras que solo surten un efecto inmediato, o promesas de bienestar general que solo funcionan para unos pocos, generando desigualdad y exclusión.

Sin embargo, en medio de ese escenario desolador, Dios se compromete con el pueblo que es víctima de la injusticia, la violencia y el ultraje. Este caminar de Dios junto a su pueblo tiene tres momentos en el texto de Ezequiel: primero, Dios mismo asume el cuidado pastoral para revertir el maltrato y el abandono; segundo, Dios juzgará las acciones emprendidas contra sus ovejas; tercero, Dios levantará a un pastor que en verdad cuide de las ovejas, poniéndose a su servicio. Por medio de este pastor, Dios establecerá con su pueblo un pacto de paz que traerá bendición, bienestar, salud, alimento, seguridad y confianza.

Estas últimas palabras de Ezequiel nos conectan con la vida de Jesús, el Buen Pastor que cuida de sus ovejas y se entrega por ellas. Con Jesús, Dios establece un nuevo pacto, ahora con toda la humanidad, basado en la fidelidad, la obediencia, la solidaridad, el establecimiento de la justicia y la paz, el cuidado y la responsabilidad mutua. La acción pastoral de Jesús, encarnada ahora en la acción de la iglesia, nos remite a las palabras de Jesús al apóstol Pedro: “¿Me amas? Cuida de mis ovejas” (Jn 21, 15-19). El resultado del amor a Dios y del seguimiento a Jesús no puede ser otro que el cuidado mutuo entre hermanos y hermanas, entre las personas que habitamos un mismo país y un mismo planeta.

La acción pastoral de Jesús y la nuestra hoy

La acción pastoral de la iglesia encuentra su inspiración en la acción de Dios en el mundo, acción de salvación, sanidad, creación y liberación. De acuerdo con las imágenes que encontramos en pasajes bíblicos como Ezequiel 34 y el Salmo 23, la pastoral bíblica nos llega con ese frescor del agua del río que calma la sed y el verde pasto que alimenta la esperanza. La pastoral bíblica tiene como centro al ser humano, sus necesidades inmediatas y futuras, sobre todo a los que son débiles, a los que menos posibilidades tienen para subsistir, de defenderse, de procurarse el alimento, ocupar un lugar seguro y disfrutar de la eterna bondad de Dios.

Los efectos de la actual pandemia han puesto nuevamente en evidencia, y con mayor rigor y crueldad, las diferencias entre las personas que habitamos este mundo. Quienes siempre han sido más vulnerables por razones económicas, sociales y de salud, ahora lo son mucho más. El cuidado pastoral en este contexto no puede dejar de señalar quiénes son los más débiles y desprotegidos, al tiempo que articula esfuerzos y recursos para acompañarles.

La pastoral bíblica es el acompañamiento al errante, a la cansada, al perseguido, a la sin techo, al oprimido, a la excluida, a quien no tiene recursos frente a los poderosos, a quien necesita aliento y todavía cree en la justicia y espera en ella. Jesús encarna de manera plena esa acción redentora de Dios en la historia. La pastoral de Jesús es un servicio a las personas a partir de sus necesidades vitales y su contexto socio-histórico y cultural-religioso. Jesús utiliza la imagen del pastor para comunicar una relación estrecha entre él y su comunidad, como rescate de lo que siempre fue un símbolo del cuidado y la compañía de Dios en la historia del pueblo de Israel. En Juan 10, el buen pastor se enfrenta al ladrón y al extraño que, junto al asalariado, conforman un trío que contrasta con la actitud del buen pastor.

Los líderes del pueblo judío, en tiempos de Jesús, se habían anquilosado en sus verdades, en su palabrería y su reputación social. Para ellos poco importaba la suerte de las personas. Hacer cumplir la ley les cegaba el corazón y limitaba su vocación pastoral (Mt 12, 1-8; Mc 7, 6-13). Estaban incapacitados para socorrer el débil y ejercer la justicia que agrada a Dios (Mq 6, 6-8). Había, por tanto, que devolverle al pueblo humilde el afecto del Dios amoroso y cercano.

La práctica pastoral de Jesús tenía como horizonte la edificación del reino de Dios. Los milagros, el perdón de los pecados y la comunión de mesa eran anticipaciones del reino, acciones-signos que expresaban la búsqueda de la liberación integral de las personas. Así, la buena noticia se hacía palpable, viviente en medio de la nueva comunidad de hermanos y hermanas, comunidad de inclusión, de fraternidad, de justicia y misericordia.

En la iglesia del primer siglo, aún contando con la presencia y el rol de los líderes en cuanto a cuidado, guía y acompañamiento, la acción pastoral se ejerce en la diversidad de ministerios que los creyentes colocan al servicio de la comunidad (1 Co 12, 12-30), en obediencia a Jesús, quien sirvió primero. Los ministerios pastorales que la iglesia desarrolla –anuncio del kerigma, celebración litúrgica, servicio, comunión fraternal, enseñanza, testimonio- deben verse como dimensiones de la acción pastoral de todos los creyentes en su entorno social y para la transformación del mundo. Es en la vivencia de su sacerdocio que cada creyente participa del ministerio pastoral.

Mis hermanos y hermanas, con el auxilio del Espíritu Santo, nuestra acción pastoral puede reflejar el cuidado y la compañía de Jesús, una acción de amor y misericordia para la vida de las personas y no para legitimar leyes e instituciones opresivas y excluyentes. En la comunidad de fe se comparten preocupaciones y responsabilidades que permiten apacentar la vida de todos y todas, sobre el vínculo de la entrega y la solidaridad mutuas. La pastoral de la iglesia es la continuación de la misión de Jesús, configurando histórica y progresivamente la realidad del reino de Dios en nuestro mundo. La iglesia realiza así su co-misión, colabora con la misión de Dios en el mundo. Y esta misión ha de ser una pastoral doxológica y solidaria, esto es, que glorifica a Dios al tiempo que se preocupa por levantar y hacer verdaderamente humano al prójimo.

Recordemos los momentos de la pastoral de Dios en el profeta Ezequiel y traigamos eso a nuestra actualidad: cuidar de las personas según su necesidad, pronunciar nuestro juicio profético ante las manifestaciones del mal y evaluar/transformar nuestros modelos pastorales de manera que puedan responder a los clamores de nuestro tiempo. Que el amor de Dios, la bondad de Jesús, nuestro Buen Pastor, y la fuerza del Espíritu Santo nos acompañen para ser comunidades de justicia y cuidado. Amén.

Amós López Rubio
(La Habana, 1970)
Doctor en Teología por el Instituto Universitario ISEDET, Buenos Aires
Pastor de la Fraternidad de Iglesias Bautistas de Cuba (FIBAC).
Decano del Seminario Evangélico de Teología de Matanzas, Cuba
Colabora con otros seminarios e instituciones teológicas en América Latina y el Caribe. Investiga y escribe en áreas de la teología pastoral, el ecumenismo y las teologías latinoamericanas.

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Categoria: Edición 24 | Fortalezas y Debilidades, entrega 7

Comments (2)

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  1. Guillermo jensen says:

    Es interesante que en ningún momento se refiera a la causa de todas las injusticias: PECADO y como Jesús vino para destruir las obras del diablo

  2. 하이로우 says:

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