LA IGLESIA EN LA SOCIEDAD Y SU INTERRELACIÓN

| 27 mayo, 2013

“Vosotros sois la sal de la tierra, pero si la sal se desvaneciere, ¿con qué será salada? No sirve más para nada, sino para ser echada fuera y hollada por los hombres.”
“Vosotros sois la luz del mundo; una ciudad asentada sobre un monte no se puede esconder, ni se enciende una luz y se pone debajo de un almud sino sobre un candelero y alumbra a todos los que están en casa. Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos”

En estas expresiones de nuestro Señor Jesús están reflejados algunos de los propósitos más importantes por los cuales Jesús nos salvó: (1) para ser sal, (2) para ser luz; dos enfoques precisos de un mismo propósito: que la vida de los que han sido salvados por su sangre testifique fuertemente de la esperanza maravillosa que tenemos aquellos que ya somos de Cristo.

Realmente nos gusta participar de nuestras reuniones, alabar al Señor, abandonarnos en la adoración experimentando su gloriosa Presencia en nuestras vidas, compartir con nuestros hermanos en la misma fe, edificarnos, alentarnos, etc.; sin embargo nuestro destino no es estar ahí adentro, sino allá afuera, porque afuera es donde está la real necesidad y los necesitados.

Cuántas veces el enemigo gana ventajas y terreno en el pueblo del Señor entreteniéndonos con bolitas de colores: que esto se hace así, que no, se hace de esta otra manera, que la vestimenta, que metodologías, que dinero para nimiedades, que pensamientos, palabras, cuestionamientos, que defensores de la “sana doctrina”; en fin, miles de distracciones mientras los necesitados y las necesidades siguen estando ahí afuera, los agujeros siguen sin tapar, los vientres sin llenar, el corazón sigue desolado y las personas solas, siguen solas sin que nadie les abrace y les dé una voz de esperanza.

Fue Dios quien nos puso en el entorno en el cual nos encontramos para que seamos luz, para que seamos sal, para que seamos sus brazos, sus pies, sus manos y llevemos a nuestra sociedad lo que nadie, nadie les puede realmente dar: el amor de Dios que late en nuestros corazones.

Ni los gobiernos con todos sus recursos para destinos sociales pueden hacer lo que solamente los hijos de Dios pueden hacer. Nuestras sociedades con todos sus actores, desde los más pobres hasta los más adinerados, gritan por aquellas cosas que a nosotros nos sobran: amor, contención, esperanza, propósito, seguridad, respuesta, trascendencia y la lista sigue y sigue, porque Él nos ha enriquecido con todas las cosas: “Así que ninguno se gloríe en los hombres, porque todo es vuestro; sea Pablo, sea Apolos, sea Cefas, sea el mundo, sea la vida, sea la muerte, sea lo presente, sea lo por venir, todo es vuestro y vosotros de Cristo y Cristo de Dios”.

Los medios de comunicación nos presentan cada día las consecuencias de las necesidades insatisfechas: asesinatos, violencias, estafas, delincuencia, egoísmos, maldad a montones, injusticias a raudales, personas defendiendo lo antinatural en sus vidas y ocuparíamos mucho espacio más mencionando las amargas consecuencias; me pregunto: ¿Qué pasaría si los hijos de Dios nos propusiéramos ser la sal y la luz como Jesús dijo que fuéramos?

El primer vencido sería Satanás y la vida tendría sabor, sabor a vida abundante y la oscuridad en la cual este mundo, esta sociedad en la cual vivimos, está, se tendría que ir para dar paso a la verdadera luz que inundaría todos los espacios y el príncipe de las tinieblas se las vería “negras” para hacer lo que hoy hace con tanto desparpajo. No me parece un idealismo, creo que se trata de obediencia de parte del ejército de los soldados de Cristo para hacer funcionar “el amor de Dios que ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos fue dado”.

Ese amor me lleva a hablar, a hacer, a planificar hacia afuera, poniendo “toda la carne en el asador” en aquellos que están golpeados, heridos, maltrechos por lo que el enemigo está haciendo en sus vidas, en su generación y en la que viene. Cuando el pueblo de Dios se decida en sacar la luz de los templos y llevarla afuera, a las personas del lugar donde Dios nos plantó, las tinieblas tendrán que retroceder, porque “las puertas del infierno no prevalecerán” en contra del avance del pueblo del Señor; nuestra determinación, nuestra obediencia, nuestro valor, nuestra intrepidez, arrasará y aplastará las obras de las tinieblas y comenzaremos a vivenciar otra clase de ambiente, gustaremos otra clase de sabor, porque Jesús lo dijo: “Si yo fuere levantado, a todos atraeré a mí mismo” .

Él tiene que ser levantado por su pueblo, Él debe ser proclamado por su gente, solo Él tiene que ser nuestro propósito y nuestra sociedad cambiará; ya pasó y puede volver a ocurrir si nos levantamos como sal y como luz.

 

Omar Coronel
Pastor del Centro de Adoración, en la ciudad de Rivadavia, Pcia de Mendoza
Reconocido director de alabanza en reuniones pastorales.

 

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Categoria: Edición 4 | Iglesia y Sociedad, entrega 4, Evangelismo

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