LA TIERRA, EL HOMBRE Y SU MISIÓN ETERNA 2
Fue enseñando escatología, puntualmente el libro de Apocalipsis, que obtuve respuestas a preguntas que por mucho tiempo me habían inquietado. Esas respuestas me permitieron hallar la clave de la historia del ser humano. A partir de ese momento todo cobró sentido para mí.
(Segunda parte de la nota que fue publicada el 19 de mayo de 2014)
El propósito del hombre sobre la tierra es reunir un número determinado de personas que cumplan ciertas condiciones como para ocupar el lugar que dejaron vacío los ángeles al caer juntamente con Satanás. En el desarrollo de ese proceso intervienen el Padre, el Hijo, el Espíritu Santo, los ángeles, y también Satanás y sus demonios o espíritus inmundos. El lapso en que se desarrolla este proceso va desde la creación del hombre en Génesis 1.26 hasta que culmine junto con el final de la vida animal en Apocalipsis 21.1.
Hay otro aspecto bastante difícil de comprender: la permanencia de Satanás con toda su actividad. Según la Palabra, será al final de los tiempos que Satanás será condenado eternamente. Leemos en Apocalipsis 20.10: “El diablo, el que engañó a esa gente, será arrojado al lago de fuego y azufre…. Allí sufrirán día y noche para siempre”. La pregunta muy habitual es: ¿Por qué Dios no arrojó a Satanás al lago de fuego y azufre mucho antes, evitando así tantos sufrimientos y tantos fracasos vergonzosos a lo largo de la historia del pueblo de Dios?
Según Apocalipsis 12.4, Juan vio cómo en algún momento Satanás con “su cola arrastraba la tercera parte de las estrellas del cielo, y las arrojó sobre la tierra”. Parece ilógico que permanezcan en la tierra mientras tanto el hombre permanece aquí. Pero esto nos lleva a entrever que el propósito de la presencia diabólica y demoníaca en la tierra está relacionado con la preparación y selección del número de santos que van a tomar su lugar ante la presencia de Dios.
Sugerimos la siguiente respuesta: el diablo y los ángeles condenados con él son seres de naturaleza espiritual que, aunque caídos, no pueden eludir la obligación de someterse y prestar determinados servicios a Dios. Desde este punto de vista, Satanás no es un enemigo de Dios, sino un instrumento a su servicio.
Satanás es llamado “vuestro adversario” y el que nos busca para devorarnos como león, el que nos acusa, nos zarandea, el que procura robarnos la fe para nuestra perdición. ¿Permite Dios estas maniobras del diablo en relación con los escogidos? De acuerdo con las Escrituras, sí. Pero para entender mejor el propósito divino, tomemos algunas analogías de la vida cotidiana. Sabemos que para desempeñarnos mejor en la vida debemos estudiar. Ahora bien ¿cuántos estudiarían de manera sistemática sólo porque esto es bueno? Tenemos que sospechar que serían pocos, ya que la gran mayoría estudia adecuadamente al saber que se acerca una prueba o examen con poder para descalificar y eliminar al alumno. Desde la perspectiva del alumno, el examinador se convierte en su opositor, o torturador, a pesar de que acepte que el examen le ayuda a progresar. Otro ejemplo podemos tomarlo de las reglas de tránsito. Somos conscientes de que las normas están pensadas en beneficio nuestro y del prójimo, sin embargo son las multas las que nos ayudan a cumplirlas. También es este caso el inspector de tránsito o policía se convierte en mi enemigo, con poder para castigarme a partir de mis infracciones.
En Romanos 12 se nos anima a comprobar que es buena, agradable y perfecta la voluntad de Dios para sus santos. Sin embargo es casi imposible que un ser humano se someta a esa voluntad si sólo se expresa como consejos o recomendaciones. Así somos los humanos, por lo que indefectiblemente aparece el régimen de premio y castigo para encauzar la obediencia.
Toda la Escritura nos insta a permanecer unidos a Dios mediante la fe y en obediencia a su voluntad, a perseverar, a resistir al diablo. Entonces la tarea que Dios le permite llevar a cabo como tentador, acusador y enemigo cumplen el propósito divino de afirmar a sus santos y capacitarlos para fortalecer los pilares básicos: fe y santidad.
Otro interrogante que encuentra una respuesta tiene que ver con el ministerio terrenal de Jesús. Los seres humanos plantean a diario las mismas y antiguas preguntas esperando explicaciones de Dios, por ejemplo: las catástrofes de la naturaleza, las injusticias sociales, las guerras, el sufrimiento de los inocentes, etc. ¿Por qué tampoco Jesús ofreció algunas respuestas? Y la razón es que eso no conducía al cumplimiento de Su misión en la tierra.
Jesús enfatizó y contrapuso dos reinos: uno es “el reino de los cielos”, al que Él pertenece, y otro es el “reino de este mundo”. Afirmó que todos sus discípulos, no solamente los doce, no pertenecen al reino terrenal y temporal, sino al reino de Dios. “Yo les he dado tu palabra; y el mundo los aborreció, porque no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo. Juan 17.14 y 16.
A través del Nuevo Testamento vemos que los hijos de Dios reciben la “comisión” o misión eterna de reunir y preparar al número de personas que han de ocupar el lugar vacante de los ángeles que cayeron juntamente con Satanás. Aquí nos enfrentamos con otra cuestión: ¿hasta qué punto se nos ha hecho responsables de cambiar las condiciones sociales de este mundo, siendo que sólo somos “peregrinos” en él?
A muchos les llama la atención que Jesús no se involucrara en acciones o comentarios sobre cuestiones sociales, ni económicas ni políticas. Por ejemplo, no emitió juicio sobre la presencia de los romanos que habían invadido y oprimían al pueblo de Israel ni incitó movimientos en su contra. Hoy podría ser etiquetado como indiferente, o poco patriota. La explicación es que Él estaba en la tierra para promover el “otro reino”, un régimen para el cual había que “nacer de nuevo”.
Jesús enseñó a sus seguidores cómo manejarse con otros valores, los propios del “reino de los cielos”. Los principios del Sermón del Monte tales como: “A cualquiera que te hiera en la mejilla derecha, preséntale también la otra. A cualquiera que te obligue a llevar carga por una milla, ve con él dos. A cualquiera que te pida, dale; y al que tome lo que es tuyo, no pidas que te lo devuelva”… no los captan los hijos de este mundo, sino los que reciben un nuevo corazón.
También el apóstol Pablo en 1era de Corintios 6.7 recomienda resolver los conflictos de un modo casi inconcebible. Frente a un problema legal, sugiere: “¿No sería mejor soportar la injusticia? ¿No sería mejor dejar que los defrauden?” Para que podamos captar la resolución del problema con un criterio tan ajeno al pensamiento humano, Pablo nos tiene que recordar el lugar que ocuparemos en el reino de Dios, “¿O no sabéis que los santos han de juzgar al mundo?” 1era de Corintios 6.2. La puesta en práctica es un desafío para los renacidos, los que actúan para la sociedad circundante como “luz del mundo” o “sal de la tierra”.
Estas reflexiones han reforzado mi convicción de que la iglesia debe revalorizar las cosas de arriba, volver a hablar en nuestros púlpitos acerca de lo que vendrá, de la inmensurable grandeza de lo que aguardamos, tal como en las congregaciones del siglo I. Actualmente estamos expuestos al peligro de apreciar en exceso lo presente, el bienestar exterior, lo visible y tangible, lo atractivo y de fácil aceptación, pero… ¿es esto lo que se nos encomendó? Nuestra verdadera misión es la de reunir a los “llamados y elegidos y fieles” (Ap.17.14), capacitarlos para su destino final, porque después de todo esa fue la razón por la cual Dios creó este “laboratorio” llamado tierra.
Carlos Sokoluk
Egresado y profesor del Instituto Bíblico Río de la Plata
Pastor en dos iglesias en el conurbano bonaerense
Desde 1979 reside a la Provincia de Misiones
Pastor fundador de la 1era Iglesia de la UAD (Unión de las Asambleas de Dios) en Posadas, el “Templo Evangélico Feliz Encuentro” junto con su esposa Cristina Kunsch, desde donde, en tres décadas se fundaron más de veinte obras nuevas que permanecen hasta hoy.
Su labor a favor de la juventud lo llevó por diferentes países de América, llegando a ser Presidente Nacional de la Comisión en la década del ’90. Se desempeñó como Superintendente de Distrito entre 1999-2009.
En la actualidad integra la Comisión de la Región II de la UAD
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